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I love Jean... and I'll smash anyone... anything... that would keep me from her.
 
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Nunca había olvidado como era estar entre sus brazos, el particular esa sensación de alivio y protección de su parte. Su aroma seguía siendo el mismo, u esencia era igual que en el pasado, y su espíritu seguía tan formidable como siempre había sido. Jean cerró la mirada extendiendo sus manos por debajo de sus brazos, y finalmente estrechando se contra el. No debí decir nada, por qué lo sabía. El era tan puro y sincero. — Ven aquí, también te extrañé tantísimo. —
ScottSummers1551669 · 31-35, M
No necesitó pedirlo, aunque la formalidad en sus palabras le hizo algo de gracia y, a decir verdad era la señal que necesitó para poder cumplir uno de sus sueños.
Asintió en silencio, la sonrisa se asomó en sus labios y, aunque a ojos de algún tercero el castaño actuaba con calma, la realidad era otra. Pronto apartó las manos del hermoso rostro de la bella pelirroja para rodear su esbelto cuerpo con ambos brazos.


— Siempre será nuestro secreto que Jean y Scott no son perfectos. — Susurró cómplice sobre el oído de la mutante cuando al fin la pudo apegar a su cuerpo. La había envuelto en el manto de protección que los brazos de Cíclope significaba. Hundió la nariz entre esos suaves cabellos besados por el fuego. Sus pulmones se llenaron de vida al respirar ese dulce aroma que le produjo un nudo en la garganta y un brusco remezón en el estómago. — No he dejado de extrañarte un sólo día. — [i]Sus ojos marrones se empañaron detrás de las gafas de rubí que solía llevar pu
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Recordó varias cosas, escenas y momentos que habían vivido, sentirse en casa era tan tranquilo; esa paz embarga a la pelirroja e inunda a fénix en su interior.
Ese gesto atrajo en Jean un pequeño rubor sobre sus mejillas, combinaba perfectamente con el color de sus cabellos y sus ojos. ¡Era Scott Summers! ¿Quién no moriría por su atención? Tenía algunos nombres en mente.

— No soy perfecta... En realidad soy el ser más imperfecto del mundo. — añadió una sonrisa amplia cuando su rostro estuvo entre sus manos. — ¿Y si me otorgas un abrazo… Scott?—
ScottSummers1551669 · 31-35, M
Y ahí estaba el viejo Scott Summers, con esa seguridad que solía aparentar. La arrogancia nunca se le daba con Jean Grey, él único ser que lo conocía tal cual era, y a quien ahora mismo peinaba. Sus largos mechones de cabello rojo parecían quemarle las manos cuando las acomodó detrás de sus orejas. Le miraba con adoración, con total devoción. Hasta el momento, no sabía cuánta confianza se podía atribuir para actuar, pero no se contuvo a continuación de inclinarse hacia ella para besar su frente y sonreír con ternura.

— Creo en ti. Sólo debes recordar quién eres. Yo seré paciente y te protegeré.
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Sus palabras le reconfortaban, el efecto calmante de su voz se expandía rápidamente por cada fibra de su cuerpo. En ese momento no sabía a ciencia cierta si era por el efecto de sus poderes, pero esa calma que de pronto apareció, estuvo latente en los últimos años y de pronto todo le resultó de lo más familiar. Después de todo, ella había sido parte de su vida por tantos años que, le conocía mejor que nadie en el mundo.

—Siempre has sido más de lo que yo pueda esperar, Jean. — Hasta entonces, sólo se había limitado a asentir a las palabras de la ojiverde. Entonces, cuando se llevó la pálida mano de su ajena a los labios, ahí estaba nuevamente la mujer que solía ser antes de hospedar al Fénix en su cuerpo. Radiante, pero a la vez misteriosa, melancólica, fuerte e indefensa a la vez. Besó sus nudillos y dorso antes de ser él quien llevara las manos al rostro ajeno.
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— No me iré, yo estoy aquí y tú también lo estás. No hay fuerza en el mundo que haga que me marche.

Mientras no se tratará de Fénix, claro estaba en la mente de Jean. Él intentaba ser fuerte pero era algo que no necesitaba con ella, apenas entrecerró los dedos y solo con la punta pudo recorrer de nueva cuenta su interior. Le hacía sentir calidez y alivio, y la certeza de que no se iría. Cómo una caricia al alma. — Se qué intentas ser fuerte y se, que no he sido como hubieras esperado. Pero debes comprender, que si estoy aquí es por algo.
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Ciertamente, habría reconstruido todo desde las cenizas, con sus propios puños, dejando sangre y lágrimas en el arduo camino. Todo parecía ir retomando su curso, pero el retorno de Jean había desequilibrado esa "armonía" lograda, no porque su presencia fuera un mal (no hasta ahora), sino por la marea de sentimientos encontrados en el interior de Cíclope.

— No digas eso, Jean. No lo hagas sonar como si estuvieras a punto de desaparecer, no lo permitiré. — Otro descomunal esfuerzo hizo por moderar el volumen y tono de su vez, que salió más grave de lo habitual, a pesar de lo bajo que intentaba hablar. — No puedo pretender que nada ha pasado, sólo estoy tratando de entender. — Cerró la mano en torno a la delgada muñeca de la pelirroja. — Dame de tu calma, necesito aclarar mis pensamientos.
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Había algo que Jean no quería romper entre ambos, esa emoción propia de verlo sonriente, sano, salvo, lleno de energía y con intenciones grandes de convertirse en un gran líder. Ella no quería interrumpir en ese arco de armonía que el había construido.

Elevó otra mano para estrechar sus mejillas, sabía mucho sobre las emociones que sentía y que estaban al punto del desborde.— Yo no te quiero herir. ¡Tú! Lo haz hecho también sin mi. — Se mostraban calmada, su mirada estaba fija en Scott.
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Jean sabría el esfuerzo sobrehumano que hacía el mutante para no tomarla entre sus brazos. Por un momento apretó ambos puños con fuerza, conteniendo el más puro de sus impulsos de contener a la mujer que amaba.

— ¿Por qué, Jean? Necesito saber. — El castaño hablaba entre dientes. Lo más curioso del tacto de la pelirroja era el efecto de calma inmediata en Scott en cuanto lo rozaba. Hasta el momento había sido como un perro con rabia, pero la delicada palma de la mutante sobre su rostro suavizó su semblante, y no sólo eso; cada fibra de su ser pareció calmarse. Y al destensar los músculos de todo su cuerpo, el cíclope terminó por suspirar, antes de ladear el rostro para restregarse más contra la mano que lo tocaba. — ¿Por qué te sigo sintiendo lejos?
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— Yo daría la mía por ti, Scott. — Extendió una mano hacía la mejilla contraria, era una suave caricia. Un gesto de "no todo está perdido".

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