Habían sido días realmente difíciles, con mayor frecuencia se veían sacudidas por las catástrofes y pocos lugares quedaban de pie antes de convertirse en solo escombros. Rhodes hasta ahora era el único lugar seguro que conocían. Le sostuvo con firmeza, le rodeo protectora y besó su cabeza permitiendo a la liberi refugiarse en ella. —No voy a permitir que nada les suceda, Silence. Nada podrá derribar mi escudo...nada, ni nadie podrá derrotarme. —

Saria nunca le había mentido, ni una sola vez. Siempre era sincera, directa, siempre le hablaba a su corazón... y esta vez no era la excepción, sabía que sus palabras eran verdad, que si juraba protegerlas y quedarse, eso era exactamente lo que haría, pero aún así temblaba entre sus brazos, como un pajarito que siente cerca un peligro inminente, y se aferró de ella con un poco más de fuerza. —Tengo miedo...— Confesó en un murmullo.

Habían compartido tanto desde el inicio, habían visto a Ifrit crecer, la habían criado y enseñado y el haberle tenido que causar tanto daño para detenerla sin duda fue algo que marcaría por toda su vida a la Wyvern. Pero durante su viaje pudo entender que no podía hacer nada bien que se mantuviera lejos, debía estar ahí en estos tiempos difíciles para proteger a las dos, para ser su escudo cuando todo se volviera en su contra. Acarició su cabello suavemente y apoyo su propio mentón sobre su cabeza. — No tienes que hacerlo sola...no volveré a irme, te lo juro.— su otra mano acarició su espalda, quería darle calma, disminuir esa angustia. —Y nunca más volveré a lastimar a Ifrit. Quiero recuperarlas, son mi única familia, son todo lo que amo.

Le habría querido dar una bofetada para hacerla decir algo. No soportaba cuando simplemente se quedaba callada recibiendo los golpes, pero Saria se lo impidió, rodeándola con sus brazos, protegiéndola. Era injusto. Ella era injusta, porque sabía bien que no era capaz de luchar contra aquélla fuerte unión que compartían, contra todos los sentimientos, contra el amor que retaba toda lógica. Su mano temblorosa, y su ala cubierta de cristales negros rodearon a la Wyvern y se aferró de ella tan fuerte como pudo. —Idiota... eres una idiota. No puedo hacerlo sola...— Fue lo único que lo único que atinó a decir antes de tener que forzarse a guardar silencio para que el llanto no la traicionara.

Cuando tomaba esa actitud y comenzaba a escupir todas esas palabras Saria solamente se limitaba a escucharla, siempre había sido reservada y está vez no era la excepción, al final de cuentas quien tenía tanto guardado era la Liberi y no importaba lo que hiciera, jamás le dejaría de odiar por lo que hizo. Sin ninguna dificultad Saria se sentó manteniendo a Silence sobre ella, le rodeo con sus brazos y la atrajo haciéndole apoyar su mentón contra su hombro. — Si me hubiera quedado, habría destruido a todo Rhine y te habría causado más daño y dolor. Ifrit ha progresado y vamos a entorpecer eso sí la sobreprotegemos. Está haciendo amigos y le hace feliz tenernos aquí...no quiero arrebatarle eso. Así que mientras ella no esté, puedes decir y hacer lo que quieras, no me voy a defender.

—¿Qué significa eso? ¿Crees que estoy siendo injusta contigo? ¿Crees que no te lo mereces?— No le gustaba explotar. Era raro en alguien tan calmada y pasiva como Silence, que trataba de reprimir sus emociones que se convertían en un caos cuando llegaba a su límite, y no podía evitar ser hiriente, no podía evitar vomitar todos aquéllos sentimientos que sentía como una daga clavada en el pecho todo el tiempo. La soltó y se irguió, quedando sentada sobre ella con una rodilla a cada costado. —Huiste en vez de quedarte a afrontar lo que habías hecho, y ahora permites que Ifrit haga lo que quiera para que no se enfade contigo. Ella aún no puede controlarse, y no quiero que...— Su voz se quebró ligeramente. —No quiero que eso se repita...

Suspiró. Ni siquiera opuso resistencia, miró fijamente a Silence por un momento antes de negar con su cabeza, no sería capaz de abandonarla y Saria nunca le diría lo que su actitud hacia ella provocaba pues en primer lugar. Se lo merecía.
El incidente del demonio de fuego fue sin duda uno que comprometió muchas vidas, uno en el que Ifrit no fue capaz de reconocerla y de no haber actuado probablemente Silence no estaría ahí con ella. Y esto, su odio era mejor que la idea y posibilidad de haberla perdido. —¿Por cuánto más vas a continuar con esto?. ¿No tuviste suficiente?

—¿Y te irías, Saria? ¿En verdad lo harías?— Se inclinó un poco más, lo suficiente para que las puntas de su cabello hicieran cosquillas en el rostro de la Wyvern. Trató de ocultar que aquéllas palabras le habían dolido pero su voz decía otra cosa. Ya una vez las había lastimado con una ausencia provocada de un accidente, de acciones contundentes. De ver a Ifrit mal herida casi hasta la muerte por la fuerza de la mujer que decía amarla. Revivía esos recuerdos cada vez que estaba en la presencia de Saria y quizás eso ella no podría comprenderlo.

¿Que estaba planeando hacer?. Sería extremadamente fácil para la wyvern girar la situación para Silence pero le dejo hablar, levantó una ceja y no pudo evitar sonreír ladina. — Tu solamente estás buscando más razones para mantenerme alejada de ella. ¿Quieres que me vaya de nuevo para que estés tranquila?, solo pídelo.

—Querías responsabilidad, ¿No es así?— Sujetó su mano, más no fue un agarre cariñoso, pues hizo que su brazo se quedara contra el suelo. Aunque sabía que, de desearlo, Saria podría someterla solo en segundos.