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[ Siglo XIV ]

Las suaves manos de Claude recorrían su cabellera oscura, enredando algunas hebras con sus dedos y jalándolos con cierta fuerza para que la dueña de estos riera con complicidad y se quejara con disimulo. ― Me dejaras calva y ya no me amaras, Claude. ― El antiguo esclavo de su padre, sonriéndole como el solo sabía hacerlo, se acercó para silenciarle con un casto beso que logro enrojecer sus mejillas como aumentar su ritmo cardiaco. ― Yo siempre voy a amarte, Cordelia, calva o no calva. ― Susurrándole con amor, atrajo a la mujer en sus brazos para así envolverla con ellos con propiedad. Ambos amantes no podían creer lo que habían hecho la noche anterior pero, viéndose en ese momento a los ojos, realmente no podían creer cuanto tiempo les había tomado el haberse decidido a realmente hacerlo. A huir de sus responsabilidades.

Cordelia, esa misma mañana, iba a casarse con un hombre que apenas conocía y, a pesar de que le había atraído, su amor por Claude era muchísimo más fuerte puesto que el guardián de su familia había sido su primer y único amor. Y si, había experimentado fuertes sentimientos por su primo Pierro pero este se encargó de hacerle entender que no era nada más que cariño familiar y, con las conversaciones nocturnas con Myrcella, había llegado a entender que era como lo relataba el poseedor de dos ojos distintos pero ahora esos eran dulces recuerdos. Su lugar estaba con Claude y siempre así lo sería. ― ¿Qué estará haciendo Myrcella ahora? ― Con su diestra en la mejilla de su amado, no pudo evitar preguntarse en voz alta la situación de su hermana que, con lo alocada que era, podía estar cruzando el mar para averiguar que hay más allá; buscando su propia felicidad. ― No lo sé pero estará bien. Sebastian y Alec no dejaran que se meta en problemas. ― Endulzándose con sus palabras, cerró los ojos y aspiro el aroma de hierba mojada a su alrededor. Su hermana estaba bien, tenía a esos dos hombres enamorados atrás de ella aunque esta no se diera cuenta.

Si, su hermana estaba bien… Entonces, ¿por qué su corazón se le apretujaba con tal fuerza? Cordelia, sin saberlo con exactitud, escucho los sollozos de Myrcella Lalaurie al ser desposada por Alec Vorhoof sin su consentimiento. Privándose así de su libertad.

[ Actualidad ]

Despertándose de golpe, Emilia respiro grandes bocanadas de aire para recuperar la estabilidad y dirigió sus orbes grises por toda su habitación en Bristol. Ya no era Cordelia Lalaurie sino Emilia Decker y sabía muy bien que había ocurrido con aquella vida pasada que ahora rondaba por el aire del mundo al terminar carbonizada luego de que su hermana cobrara su vida. Había sido un sueño, nada más. Un sueño que, si contaba, sería la continuación de algunos otros que había tenido en la última semana. Myrcella, Cordelia, Claude, Pierro, Alec… Todos ellos habían vuelto y conocía a sus nuevos cuerpos pero, ¿Teresa y Sebastián? Esos dos hermanos fueron importantes en su vida en Florencia pero ahora no sabía si eran reencarnados o su ciclo había concluido con la peste. Levantándose de su fría cama, empezó a alistarse para terminar todas las preguntas de sus pesadillas y solo había un hombre que podía responderle con honestidad o, al menos, llevarle hacia la solución: Adam Lou.

Con un sencillo vestido gris y botas oscuras, tomó a Cristal y se transportó al Pilar de Concordia buscando a alguien que no estaría ahí.
 
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