SaliasWolrick1556292 is using SimilarWorlds.
Join SimilarWorlds today »
[just rol] figure me out.
The Whiteboard is a place where people can send Gestures, Attributes, Images, Comments, and much more...
This page is a permanent link to the comment below. See all comments »
JB1535635 · F
alrededor de 1238, tierras francesas, media mañana

[sep]

Tessa jamás se cansaría de dirigir miradas de reojo llenas de preocupación a Myrcella LaLaurie mientras que colocaba sobre el tocador con mucho cuidado la diadema de la princesa. Si tan solo el Rey tuviera la más mínima idea sobre lo que la menor de sus hijas hacia, probablemente la mandaría a encerrar en la torre más alta. Y, tal como conocía a su lady, Myrcella no tardaría en lanzarse desde el único ventanal de aquella pequeña prisión por el simple placer de hacer enfadar al Rey, de sentir el viento en sus pies. Myrcella LaLaurie levantó el pie derecho para deslizar su vestido azul fuera de su cuerpo y, consciente de que su doncella volvía a la misma rutina de cada tarde, enarcó una ceja. — ¡Lo estás haciendo de nuevo! — La acusó mientras que la observaba por el espejo. Tessa le ayudó a acomodar su vestido con mucho cuidado sobre el lecho de la princesa y asintió con la cabeza: — Lo siento, my la-... — Inmediatamente tuvo que corregirse cuando Myrcella enarcó aún más aquella ceja en signo de reproche: — ... Myrcella. No dudo de mi hermano, pero, ¿cómo podría explicarle al Rey si un día aparece con un corte en el rostro? — La princesa tomó asiento y Tessa procedió a trenzarle el cabello mientras que drenaba sus preocupaciones: — Sebastian podría herirte por accidente y jamás se lo perdonaría. — Sujetó su cabello. — Cordelia pegaría el grito al cielo y-... — Myrcella se levantó abruptamente y se acomodó las botas en silencio. Tessa desvió la mirada hacia sus zapatos considerando mentalmente que había sobrepasado sus límites y solo cuando Myrcella se aseguró que estaba lista y cómoda, volteó a observar a su doncella: — De ser así, solo diremos que fue mi culpa. Yo y mis ganas de ir contraria a los deseos del Supremo Rey. — Con una pequeña sonrisa al final, Myrcella LaLaurie desapareció hacia los pasadizos y escaleras.

Tan pronto llegó al lugar de encuentro, sus hombros se cayeron un poco cuando reconoció a una segunda figura en el escenario: Alec Vorhoof. ¿Quién era? Un bastardo, por supuesto. Pero uno esperaría que los bastardos tuvieran pintado en cada uno de sus rincones esa palabra y se deshicieran en vergüenza; sin embargo, Alec se mantenía con el rostro en alto y con los hombros relajados como si aquel título no lo inhibiera en lo más mínimo. Myrcella se tomó un par de segundos antes de acercarse al par de hombres solo para asegurarse que tenía las botas bien amarradas y que no se tropezaría en su digna entrada. Y tan pronto el bastardo la ubicó, no tardó en darle un ligero ademán a su compañero para que volteara. — Nos deleitas con tu presencia, princesa. — Inició Alec, ¡el atrevimiento!, y continuó inclinándose un poco hacia su dirección. — ¿Son nuevas? Dinos, ¿cuántas madrugadas les tomó a tus lacayos terminarlas, [i]princesa? [/i]— Myrcella tragó en seco, apartando esas ganas de apelar a su posición, y al poder de su padre, para que dejara de molestarla y le imitó la posición, levantando la barbilla y manteniendo una perfecta ceja alzada: — No te molestes en continuar, porque estas son de Tessa. — Desvió su mirada hacia Sebastian como si quisiera disculparse por esto, pero no había terminado con el bastardo. — ¿Por qué estás aquí? ¿No deberías refugiarte en tus herramientas y hacer algo útil en cualquier otro sitio? — Alec levantó las manos y retrocedió cediéndole más terreno a Sebastian. — No, princesa, estoy aquí para asegurarme que no mandes a decapitar al sirviente del Rey porque te has golpeado con la empuñadura de tu espada y estás segura que estás sangrando por dentro. — Myrcella enrojeció. La última vez que eso había pasado, Sebastian tuvo que recalcarle, con esa serenidad y paciencia infinita, que todo estaría bien. Volteó a observar a Sebastian: — Lo siento, fue absurdo creer que algo se me había reventado. — Alec soltó una carcajada.
 
Send Comment