[just rol] figure me out.
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SabrielWolrick · 31-35, F
R/out. Corto, pero con amor.
R/on.
Imagina crecer pensando que tus padres son partidiarios de la población marginada de India. O que han sido desterrados del país por delitos contra la patria y traición. Imagina lo que es crecer pensando que eres un ejemplo de abandono porque tus progenitores cometieron un delito. Intenta crecer con todo el pueblo sabiendo quiénes son tus padres y lo que hicieron, pero tú no conoces nada de ellos. El mensaje más cercano que tienes sobre su existencia es una carta amarillenta que dice ”Los amamos”. Las madres del pueblo donde vivían solían tenerles lástima. Eran los pobres niños abandonados y solos; los mellizos que sólo se tenían el uno al otro. Salias corriendo por las vías del tren hasta La Ciudadela para conseguir dinero. Sabriel cortándose el cabello, logrando la apariencia de un niño, mientras hacía favores a los comerciantes para tener alimentos. Desde que nacieron los mellizos sólo se tenían uno al otro. E, incluso, no existían por separado. Eran el dúo dinámico hindú. Las niñas querían ser las futuras esposas de Salias, así que le enseñaban a los hermanos a escribir y leer. Los niños se peleaban por tener en sus equipos de fútbol a los mellizos.
Pero, aún con la aceptación, faltaba la figura de un padre o una madre que les abrazara por la noche susurrándoles la canción de la Ganesha. El primer vestigio de ello apreció con el hombre de apariencia británica que entró por el frente de la casa cuando tenían seis años.
Llevaba una camisa azul oscuro, que se le pegaba al cuerpo por el calor. Su pantalón, negro, estaba manchado con la tierra de India. Su chaqueta colgaba de la mochila que portaba y su cabello despeinado era producto de las ventiscas. Pero, lo que más llamó su atención, fueron los ojos azules brillantes observándolos. No sabía qué sintió Salias. Él le tomó la mano. Sin embargo, Sabriel sospechó que pensaron lo mismo: lo conocían. Había algo en él que te inundaba de tranquilidad. Sólo con verlo sentías la confianza necesaria para dejar de estar asustado. Y su sonrisa, jamás la olvidaría, pendía de sus labios con movimientos lentos. Todo su rostro era una indicación del pasado; como si lo hubieran visto en sueños. Como si estuvieran esperándolo. Sabriel pensó que no entenderían lo que fuera a decirles, jamás habían aprendido el inglés. Pero el hombre lo logró. De su boca brotaron palabras únicas.
—No están solos. Ya los he encontrado. —
R/on.
Imagina crecer pensando que tus padres son partidiarios de la población marginada de India. O que han sido desterrados del país por delitos contra la patria y traición. Imagina lo que es crecer pensando que eres un ejemplo de abandono porque tus progenitores cometieron un delito. Intenta crecer con todo el pueblo sabiendo quiénes son tus padres y lo que hicieron, pero tú no conoces nada de ellos. El mensaje más cercano que tienes sobre su existencia es una carta amarillenta que dice ”Los amamos”. Las madres del pueblo donde vivían solían tenerles lástima. Eran los pobres niños abandonados y solos; los mellizos que sólo se tenían el uno al otro. Salias corriendo por las vías del tren hasta La Ciudadela para conseguir dinero. Sabriel cortándose el cabello, logrando la apariencia de un niño, mientras hacía favores a los comerciantes para tener alimentos. Desde que nacieron los mellizos sólo se tenían uno al otro. E, incluso, no existían por separado. Eran el dúo dinámico hindú. Las niñas querían ser las futuras esposas de Salias, así que le enseñaban a los hermanos a escribir y leer. Los niños se peleaban por tener en sus equipos de fútbol a los mellizos.
Pero, aún con la aceptación, faltaba la figura de un padre o una madre que les abrazara por la noche susurrándoles la canción de la Ganesha. El primer vestigio de ello apreció con el hombre de apariencia británica que entró por el frente de la casa cuando tenían seis años.
Llevaba una camisa azul oscuro, que se le pegaba al cuerpo por el calor. Su pantalón, negro, estaba manchado con la tierra de India. Su chaqueta colgaba de la mochila que portaba y su cabello despeinado era producto de las ventiscas. Pero, lo que más llamó su atención, fueron los ojos azules brillantes observándolos. No sabía qué sintió Salias. Él le tomó la mano. Sin embargo, Sabriel sospechó que pensaron lo mismo: lo conocían. Había algo en él que te inundaba de tranquilidad. Sólo con verlo sentías la confianza necesaria para dejar de estar asustado. Y su sonrisa, jamás la olvidaría, pendía de sus labios con movimientos lentos. Todo su rostro era una indicación del pasado; como si lo hubieran visto en sueños. Como si estuvieran esperándolo. Sabriel pensó que no entenderían lo que fuera a decirles, jamás habían aprendido el inglés. Pero el hombre lo logró. De su boca brotaron palabras únicas.
—No están solos. Ya los he encontrado. —