31-35, F
Just Rol —agregar si pretendes rolear.
About Me About Me NotesThe Whiteboard is a place where people can send Gestures, Attributes, Images, Comments, and much more...
This page is a permanent link to the comment below. See all comments »
JB1535635 · F
Ojalá poder ser más como la nigromante.
Ojalá poder ver la imagen completa. Ver qué desenlaces podría tener una decisión tan cuestionable como destrozar un portal. Ojalá poder desistir de inmediato a la idea y no aferrarse a los escenarios hipotéticos donde resistía el dolor y no perdía la cabeza o el control, dejando que algo más grande y catastrófico se abriera paso. Pero Jenna se aferraba a esos escenarios hipotéticos. Ciega por un sentido egoísta de liberarse de ese dolor. Ciega por recuperar esa especie de libertad que había tenido de absolutamente todo hasta que se quebró en muchos pedazos desatando un descontrol que Salias no tenía interés de dominar. Eso era lo que Jenna pensaba, eso era lo que veía en su mirada cada vez que se alejaba. Aunque había algo más, algo que hacía que el demonio dentro de ella moviera su cola con regocijo como si este reconociera cómo acercarse a su recipiente sería más perjudicial para él que para cualquier otro.
La reencarnada se mantuvo observando a la criatura que creaba ondas hipnóticas en el agua con el movimiento de su cola. En su expresión se mezclaban el enojo y el interés. Ella podría demostrarse realmente desinteresada de su posición frente a los demás. Mientras menos ojos tuviera encima dentro de la asociación, mejor. Detestaba los títulos, repudiaba las miradas de admiración. Y ni qué decir de aquellos que por tener una especie de status dentro de ese lugar se veía con la libertad de acercarse a ella como si se tratara de un accesorio adquirido en esa estúpida escalera de reputación. Jenna odiaba esa y muchas cosas más; sin embargo, haber crecido con todas las historias de lo que implicaba ser el recipiente del demonio padre habían hecho de ella una muchacha dispuesta a mover sus cartas como mejor viera. Y en ese momento, escogía no aceptar cualquier tono despectivo hacia ella y su maldita naturaleza. Sintió su interior vibrar con orgullo, lo cual logró que sus entrañas se revolvieran del disgusto—. Todos tienen un trabajo acá. Tómalo o condénate a algo mucho peor —respondió con firmeza la reencarnada, consciente de la estela de masacres que tenía detrás de ella. A veces era fácil ignorarla. Otras, se lo recordaban y chasqueaba los dientes con fastidio. Como en ese momento.
Las palabras de Sabriel continuaron abriéndose paso entre ellos. Entre el interés de Demóstenes cada vez que observaba su pecho y el fastidio acrecentado de la reencarnada por verse expuesta frente a algo que no llegaba de comprender de qué se trataba exactamente. Tantas veces que había estado allí y ya había creído que lo había visto todo. Desde el primer dominio hasta el último. Ida y vuelta. Demóstenes volvió a dar otro movimiento de su cola con emoción por su propuesta. Expectante a la respuesta de Caín.
—¿No te parece que es un auténtico fastidio ser lo que somos? —preguntó en dirección Sabriel; sin embargo, el paso que dio fue hacia el kelpie—. «No hagas esto, porque puedes desatar una catástrofe» —citó con cinismo—. «Toma estas armas y hazte cargo del Inframundo o catástrofe asegurada» —o al menos así ella suponía que alguna vez le habían dicho a los mellizos nigromantes que tampoco habían buscado esa carga. Jenna quería cometer errores sin arrastrar a alguien más, quería seguir sus instintos y hacer lo que le diera la regalada gana sin tener que pensar en otros que pudieran verse afectados por algo así. Así que todo se quedaba en la resignación a quedarse de brazos cruzados y soportarlo. Soportarlo hasta que no pudiera más y las consecuencias fueran aún mayores. Jenna dio otro paso en dirección al kelpie el cual no perdió de vista ningún subir y bajar de su pecho, como si estuviera deseoso de atrapar cada aliento de la reencarnada dentro de él. La reencarnada dio dos pasos más y cuando Demóstenes creyó que la tenía donde quería, la misma sonrió. Una sonreía y el otro desencajaba su expresión.
La reencarnada extendió una mano que, en las sombras, se vio como mutaba: los dedos se alargaron hasta terminar en puntas sugiriendo que en vez de los suaves y níveos dedos de Bane se encontraban las garras de Samael. Sus dedos repasaron las riendas de Demóstenes y solo cuando llegaron a colocarse debajo de su hocico tentando la posibilidad de quitarle esa celda tan molestosa, ella se detuvo. Y el agarre se afirmó con fuerza. Sus ojos centellearon con energía, sintiendo cómo todo su interior se revitalizaba por todo lo que la rodeaba. Sabriel y Salias podían considerar el Inframundo como su casa, pero eran Jenna y Emilia quienes podían alimentarse de este de una manera que no podrían hacerlo en cualquier otro lugar—. Adelante, necesito una segunda confirmación que destrozar este artefacto no traerá más que desgracias. Porque, aunque aprecie a cada persona que se encuentra cerca a mi, eso definitivamente no me va a servir a largo plazo cuando el instinto sea mayor —perfiló una sonrisa conforme volteaba hacia Sabriel— ... que la razón.
Ojalá poder ver la imagen completa. Ver qué desenlaces podría tener una decisión tan cuestionable como destrozar un portal. Ojalá poder desistir de inmediato a la idea y no aferrarse a los escenarios hipotéticos donde resistía el dolor y no perdía la cabeza o el control, dejando que algo más grande y catastrófico se abriera paso. Pero Jenna se aferraba a esos escenarios hipotéticos. Ciega por un sentido egoísta de liberarse de ese dolor. Ciega por recuperar esa especie de libertad que había tenido de absolutamente todo hasta que se quebró en muchos pedazos desatando un descontrol que Salias no tenía interés de dominar. Eso era lo que Jenna pensaba, eso era lo que veía en su mirada cada vez que se alejaba. Aunque había algo más, algo que hacía que el demonio dentro de ella moviera su cola con regocijo como si este reconociera cómo acercarse a su recipiente sería más perjudicial para él que para cualquier otro.
La reencarnada se mantuvo observando a la criatura que creaba ondas hipnóticas en el agua con el movimiento de su cola. En su expresión se mezclaban el enojo y el interés. Ella podría demostrarse realmente desinteresada de su posición frente a los demás. Mientras menos ojos tuviera encima dentro de la asociación, mejor. Detestaba los títulos, repudiaba las miradas de admiración. Y ni qué decir de aquellos que por tener una especie de status dentro de ese lugar se veía con la libertad de acercarse a ella como si se tratara de un accesorio adquirido en esa estúpida escalera de reputación. Jenna odiaba esa y muchas cosas más; sin embargo, haber crecido con todas las historias de lo que implicaba ser el recipiente del demonio padre habían hecho de ella una muchacha dispuesta a mover sus cartas como mejor viera. Y en ese momento, escogía no aceptar cualquier tono despectivo hacia ella y su maldita naturaleza. Sintió su interior vibrar con orgullo, lo cual logró que sus entrañas se revolvieran del disgusto—. Todos tienen un trabajo acá. Tómalo o condénate a algo mucho peor —respondió con firmeza la reencarnada, consciente de la estela de masacres que tenía detrás de ella. A veces era fácil ignorarla. Otras, se lo recordaban y chasqueaba los dientes con fastidio. Como en ese momento.
Las palabras de Sabriel continuaron abriéndose paso entre ellos. Entre el interés de Demóstenes cada vez que observaba su pecho y el fastidio acrecentado de la reencarnada por verse expuesta frente a algo que no llegaba de comprender de qué se trataba exactamente. Tantas veces que había estado allí y ya había creído que lo había visto todo. Desde el primer dominio hasta el último. Ida y vuelta. Demóstenes volvió a dar otro movimiento de su cola con emoción por su propuesta. Expectante a la respuesta de Caín.
—¿No te parece que es un auténtico fastidio ser lo que somos? —preguntó en dirección Sabriel; sin embargo, el paso que dio fue hacia el kelpie—. «No hagas esto, porque puedes desatar una catástrofe» —citó con cinismo—. «Toma estas armas y hazte cargo del Inframundo o catástrofe asegurada» —o al menos así ella suponía que alguna vez le habían dicho a los mellizos nigromantes que tampoco habían buscado esa carga. Jenna quería cometer errores sin arrastrar a alguien más, quería seguir sus instintos y hacer lo que le diera la regalada gana sin tener que pensar en otros que pudieran verse afectados por algo así. Así que todo se quedaba en la resignación a quedarse de brazos cruzados y soportarlo. Soportarlo hasta que no pudiera más y las consecuencias fueran aún mayores. Jenna dio otro paso en dirección al kelpie el cual no perdió de vista ningún subir y bajar de su pecho, como si estuviera deseoso de atrapar cada aliento de la reencarnada dentro de él. La reencarnada dio dos pasos más y cuando Demóstenes creyó que la tenía donde quería, la misma sonrió. Una sonreía y el otro desencajaba su expresión.
La reencarnada extendió una mano que, en las sombras, se vio como mutaba: los dedos se alargaron hasta terminar en puntas sugiriendo que en vez de los suaves y níveos dedos de Bane se encontraban las garras de Samael. Sus dedos repasaron las riendas de Demóstenes y solo cuando llegaron a colocarse debajo de su hocico tentando la posibilidad de quitarle esa celda tan molestosa, ella se detuvo. Y el agarre se afirmó con fuerza. Sus ojos centellearon con energía, sintiendo cómo todo su interior se revitalizaba por todo lo que la rodeaba. Sabriel y Salias podían considerar el Inframundo como su casa, pero eran Jenna y Emilia quienes podían alimentarse de este de una manera que no podrían hacerlo en cualquier otro lugar—. Adelante, necesito una segunda confirmación que destrozar este artefacto no traerá más que desgracias. Porque, aunque aprecie a cada persona que se encuentra cerca a mi, eso definitivamente no me va a servir a largo plazo cuando el instinto sea mayor —perfiló una sonrisa conforme volteaba hacia Sabriel— ... que la razón.