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Honestamente, se habría decepcionado si la nigromante le hubiera entregado el libro como si fuera un accesorio cualquiera. El tiempo conociendo a Sabriel era poco y las conversaciones habían sido cortas, enriquecedoras y suficientes. Los mellizos eran el fenómeno destacado de la asociación. Una nacida en el manto de Lilith. Uno cobijado por Samael. Y por lo que podía ver deducía que habían seguido sus constelaciones madre y padre al piel de la regla. No obstante, la influencia de la fémina parecía ser mayor en el hijo de Samael quien había participado en contadas oportunidades. Las suficientes para saber que estaba atento a todo lo que ocurría. Cualquier movimiento o imprevisto no pasaría de la atención del nigromante.

La idea se sembró en ese momento. Fue un momento entre los susurros, corto pero determinante para el guardián de Jenna que guardaba más planes de los que le gustaría admitir debajo de la manga.

— No podemos perder tiempo.

Eso era todo. Así Linden estaba aceptando los términos y condiciones de los mellizos. Como todo, la certeza era un lujo demasiado caro. De la misma manera que había protegido a Vera de cualquier amenaza, también la había condenado a temer del exterior, motivado por la culpabilidad y el recelo. La exposición de la reencarnada a nuevos participantes más allá de Adam y él mismo representaba un augurio de que todo lo que había conocido hasta ese momento estaba a punto de cambiar. Parecía una burla que él no pudiera estimar cuánto tiempo pasaría para ello pero era algo de lo cual estaba seguro.

Atar su integridad a las manos de Vera era una medida de contención para la reencarnada.

Y si no funcionaba, la menor de las preocupaciones de los reencarnados debería ser verlo ser arrastrado hacia el séptimo dominio.

El pelinegro se acercó hacia la nigromante y le extendió la mano. — No serás la única con un ojo en el sello. Si algo fuera a pasarme, tendrán una ventaja de algunos minutos para reunirse y armar alguna estrategia de acuerdo a la situación — Cuando sintió la mirada del mellizo sobre él repleta de preguntas silenciosas, el guardián de portales extendió una mano hacia el frente hasta que juntó el pulgar y el índice. Acercó la unión de las yemas hacia él haciendo vibrar dos portales en las posesiones de quienes tenía al frente: los mellizos. Sus portales estaban conectados a través de hilos invisibles, esos y de otros reencarnados que él creyó pertinente incluir en caso de emergencia. Lideraban Emilia y Jenna como la última medida a mantenerlas a salvo, Francis y su videncia también estaban incluidas. La sanación de Johvanna no se despreciaba y mucho menos se le hacía ascos a la naturaleza conciliadora de Adam. Los mellizos podrían también ser útiles.

Todos ellos conectados con hilos invisibles.

Todos ellos destinados a ser tragados por portales para colocarlos a cubiertos en caso de que Vera desatara su verdadero poder y fuera contra todo y todos. — Este sello no sale de acá — Puntualizó como última indicación. Ni siquiera Adam lo sabría. Bastante consciente era el guardián de cómo el cegado sentido de protección de aquel hombre podía hacerle mover más que montañas y lo último que necesitaba era al telépata buscando a los nigromantes para idear otra manera que no implicara condenar a uno de sus pupilos tan pronto.
 
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