31-35, F
Just Rol —agregar si pretendes rolear.
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JB1535635 · F
Peligroso.
Irresponsable.
¿Habrían otras dos palabras que resumieran a Jenna? Probablemente no. La reencarnada se cruzó de brazos y ladeó el rostro, esperando algo que de verdad la sorprendiera. Si Sabriel creía que con esas palabras la iba a hacer pensar dos veces, estaba muy equivocada. Recibía la misma reprimenda por parte de Emilia en una dosis diaria. Recibía la reprimenda silenciosa por parte de Salias cada vez que la recogía de cualquier rincón. Recibía eso y más. La rizada sonrió y se encogió de hombros:— ¿Cuál es la media de mis vidas, Sabriel? —preguntó con verdadero interés. Una pregunta retórica, porque Bane era consciente que cualquier vida que hubiera tenido no había llegado tan lejos. Pero siempre volvía. Lista para ser la personaje principal de nuevas y cuestionables decisiones. Como Nakahara quemando uno de los cuarteles en el campo de concentración. Como Myrcella hundiendo unas tijeras en la yugular de Cordelia. Y como tantos más.
Mucho antes de que la nigromante tuviera un impulso de responderle, la propia se encogió de hombros, ahorrándole el cálculo:— No me afecta morir —confesó con una tranquilidad poco propia de alguien que se desvivía en pulmones desgastados por todo el aire que necesitaba para hablar—, no niego que ha sido una buena vida. Si colocamos a un lado lo del psiquiatra y el abandono de mis padres... creo que ha sido bastante decente. Pero tampoco es como si estuviera buscando eso ahora, ¿sabes? O sea, si sucede, pues... nos vemos en una década o dos —añadió lo último en un tono jocoso, esperando que esa pequeña charla aligerara cualquier peso que la contraria ya estuviera colocándose sobre sus hombros.
Porque cuando evaluabas cada factor, perder la cabeza era más fácil. Por eso Jenna decidía con la espontaneidad encabezando. No se paraba a evaluar que si decidía continuar con ese plan terminaría siendo una de muchos perjudicados. Zhar enloquecería. Emilia se quedaría sola. Linden viviría como si ella nunca hubiera existido. Salias terminaría siendo un fracaso frente a todos los reencarnados. Sabriel quedaría apuntada como una de las responsables. Las cazadoras estarían más cerca de aniquilar a los dos hermanos. Pero todo eso era tan fácil de pintar bajo otra perspectiva. Tan fácil de ver en otro ángulo cuando el egoísmo era todo lo que te consumía. De pies a cabeza.
Donde Zhar enloquecería, Jenna lo observaba como un logro: su muerte significaba frustrar sus planes. Donde Emilia regresaba a un apartamento sola, Jenna lo cubría con el alivio de Abel, porque Caín no lo había matado una vez más. Donde Linden vivía en la ignorancia, Jenna lo decoraba con el consuelo que no tendría por qué continuar ligado a la asociación. Un fracasado Salias se transformaba en uno liberado de una responsabilidad que nunca había pedido. Una Sabriel responsable por su muerte se traducía a una muchacha probando un punto de vista. Quizás hasta aumentando alguna investigación. Y donde las cazadoras se acercaban más a la aniquilación de los hermanos pecadores, Jenna escogía la bonita creencia que se quedarían con el mal sabor de no haberlo hecho por su propia cuenta. Era increíble. Increíble la manera en cómo Bane podía pintar un cielo totalmente diferente. Ciega. Engañada.
Y podría haber continuado con ese inesperado y calmado temple. Hasta que Sabriel lo apuntó en una página. Jenna no había abierto ese libro nunca; sin embargo, lo reconocía. Podía hacerlo. Era una especie de hilo invisible, uno que la empujaba a estirar la mano. Uno que decidió reprimir cuando encerró esa mano deseosa de estirarse hacia la foto... en un puño. Para Sabriel no fue suficiente eso, porque si sus palabras no hubieron surtido una especie de efecto en el recipiente de Samael, la afirmación lo hizo. Suave e intensa. Cuidadosa y destructiva. Jenna observó a Sabriel con una mezcla de impotencia y enojo, porque no quería que le dijeran eso. No quería que intentaran persuadirla que esos esfuerzos serían para nada. No cuando estaba tan desesperada y su mente tan nublada que no podía ocurrírsele algo más. No cuando su visión de túnel no le permitía observar algo más que no incluyera su propia destrucción.
Como si la estuviera buscando también. Como si el sentimiento de culpa estuviera haciendo mucha más mella de la que Bane daba a notar. Porque en ese momento entendió que si estaba optando por ese método era también por el dolor que acarrearía para la propia. Como una especie de pago por todo lo que había hecho. Sentía que se lo debía—. Si no logra eso, entonces terminará por desligarme por completo de él —compensó la muchacha. Era cierto. Si la destrucción de su portal no lograba el efecto deseado, Jenna podría cortar ese hilo invisible que la unía con el guardián. Podría verlo desaparecer con Rose hecha añicos, porque el peso del dije sobre su pecho había aumentado con el pasar de los días. Las memorias la carcomían y aunque esto nunca había sido un verdadero problema...
Irresponsable.
¿Habrían otras dos palabras que resumieran a Jenna? Probablemente no. La reencarnada se cruzó de brazos y ladeó el rostro, esperando algo que de verdad la sorprendiera. Si Sabriel creía que con esas palabras la iba a hacer pensar dos veces, estaba muy equivocada. Recibía la misma reprimenda por parte de Emilia en una dosis diaria. Recibía la reprimenda silenciosa por parte de Salias cada vez que la recogía de cualquier rincón. Recibía eso y más. La rizada sonrió y se encogió de hombros:— ¿Cuál es la media de mis vidas, Sabriel? —preguntó con verdadero interés. Una pregunta retórica, porque Bane era consciente que cualquier vida que hubiera tenido no había llegado tan lejos. Pero siempre volvía. Lista para ser la personaje principal de nuevas y cuestionables decisiones. Como Nakahara quemando uno de los cuarteles en el campo de concentración. Como Myrcella hundiendo unas tijeras en la yugular de Cordelia. Y como tantos más.
Mucho antes de que la nigromante tuviera un impulso de responderle, la propia se encogió de hombros, ahorrándole el cálculo:— No me afecta morir —confesó con una tranquilidad poco propia de alguien que se desvivía en pulmones desgastados por todo el aire que necesitaba para hablar—, no niego que ha sido una buena vida. Si colocamos a un lado lo del psiquiatra y el abandono de mis padres... creo que ha sido bastante decente. Pero tampoco es como si estuviera buscando eso ahora, ¿sabes? O sea, si sucede, pues... nos vemos en una década o dos —añadió lo último en un tono jocoso, esperando que esa pequeña charla aligerara cualquier peso que la contraria ya estuviera colocándose sobre sus hombros.
Porque cuando evaluabas cada factor, perder la cabeza era más fácil. Por eso Jenna decidía con la espontaneidad encabezando. No se paraba a evaluar que si decidía continuar con ese plan terminaría siendo una de muchos perjudicados. Zhar enloquecería. Emilia se quedaría sola. Linden viviría como si ella nunca hubiera existido. Salias terminaría siendo un fracaso frente a todos los reencarnados. Sabriel quedaría apuntada como una de las responsables. Las cazadoras estarían más cerca de aniquilar a los dos hermanos. Pero todo eso era tan fácil de pintar bajo otra perspectiva. Tan fácil de ver en otro ángulo cuando el egoísmo era todo lo que te consumía. De pies a cabeza.
Donde Zhar enloquecería, Jenna lo observaba como un logro: su muerte significaba frustrar sus planes. Donde Emilia regresaba a un apartamento sola, Jenna lo cubría con el alivio de Abel, porque Caín no lo había matado una vez más. Donde Linden vivía en la ignorancia, Jenna lo decoraba con el consuelo que no tendría por qué continuar ligado a la asociación. Un fracasado Salias se transformaba en uno liberado de una responsabilidad que nunca había pedido. Una Sabriel responsable por su muerte se traducía a una muchacha probando un punto de vista. Quizás hasta aumentando alguna investigación. Y donde las cazadoras se acercaban más a la aniquilación de los hermanos pecadores, Jenna escogía la bonita creencia que se quedarían con el mal sabor de no haberlo hecho por su propia cuenta. Era increíble. Increíble la manera en cómo Bane podía pintar un cielo totalmente diferente. Ciega. Engañada.
Y podría haber continuado con ese inesperado y calmado temple. Hasta que Sabriel lo apuntó en una página. Jenna no había abierto ese libro nunca; sin embargo, lo reconocía. Podía hacerlo. Era una especie de hilo invisible, uno que la empujaba a estirar la mano. Uno que decidió reprimir cuando encerró esa mano deseosa de estirarse hacia la foto... en un puño. Para Sabriel no fue suficiente eso, porque si sus palabras no hubieron surtido una especie de efecto en el recipiente de Samael, la afirmación lo hizo. Suave e intensa. Cuidadosa y destructiva. Jenna observó a Sabriel con una mezcla de impotencia y enojo, porque no quería que le dijeran eso. No quería que intentaran persuadirla que esos esfuerzos serían para nada. No cuando estaba tan desesperada y su mente tan nublada que no podía ocurrírsele algo más. No cuando su visión de túnel no le permitía observar algo más que no incluyera su propia destrucción.
Como si la estuviera buscando también. Como si el sentimiento de culpa estuviera haciendo mucha más mella de la que Bane daba a notar. Porque en ese momento entendió que si estaba optando por ese método era también por el dolor que acarrearía para la propia. Como una especie de pago por todo lo que había hecho. Sentía que se lo debía—. Si no logra eso, entonces terminará por desligarme por completo de él —compensó la muchacha. Era cierto. Si la destrucción de su portal no lograba el efecto deseado, Jenna podría cortar ese hilo invisible que la unía con el guardián. Podría verlo desaparecer con Rose hecha añicos, porque el peso del dije sobre su pecho había aumentado con el pasar de los días. Las memorias la carcomían y aunque esto nunca había sido un verdadero problema...