Se había dejado caer sentado en uno de los bancos que se encontraba por allí, dando otro suspiro pesado; guardó silencio unos momentos, tan solo escuchando las palabras del caballero y el sonido de la preparación de los alimentos, un sonido que no sabía que había extrañado. Contempló aquella arma que ahora poseía durante unos momentos, sin extrañarse del todo por ella.

—¿Y esa hacha? —Cuestionó, poco después de su última pregunta. —No pensé que eras de hachas. Parece una reliquia muy aparatosa. —Se llevó la mano a su pecho, buscando su prenda entre el peto y las prendas debajo.

Dudó un poco en contestar, pues no era tema fácil para si el que su propio final estuviese tan cerca; tras unos segundos de silencio, encontró el collar que llevaba sobre su cuello, y sostuvo el dije con las yemas aún enguantadas. Su talismán de la suerte, su consuelo, su esperanza.

—Moriré pronto. —Dijo, finalmente, en un tono demasiado sereno para ser una noticia así. —Hay... Un veneno en mi cuerpo