—No creo que no estés listo para gobernar. Tienes la experiencia y la sabiduría ganada con el tiempo, conoces a la gente del pueblo tras haber estado en contacto con ella, conoces las necesidades de primera mano... —Se había llevado la mano sobre el propio rostro, tocándose la sien con la palma. —Quizá solo temes al cambio.

Lo notó delante suyo, pero no le miró, era peligroso en ese momento, sin tener conocimiento de sus secuelas o consecuencias. Se limitó a inclinar un poco la cabeza, mientras bajaba la mano sobre el peto propio.

—No debes temer a tu destino, por el contrario, debes enfrentarlo con la valentía que te caracteriza, y con las nuevas habilidades que ahora posees.