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– ¡Gilgamesh mira eso! –totalmente sorprendida con ese mundo moderno se mostró. Al parecer el Rey de Héroes había encontrado la forma de apaciguar el sentido bélico en la Servant con un rasgo poderoso: Curiosidad {?}
 
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S1544074 · F
frontal a la altura de su pecho.– He hecho suficiente con no colocar mi espada en tu cuello y he apreciado tu guía con respeto y honor, es justo que cumplas con tu palabra, así que... Terminaremos el paseo aquí y partiremos a ver los leones.–dictó, dándose media vuelta para emprender camino a zancadas poco sutiles, más parecía ir en marcha que en un simple paseo por ese precioso recinto acuático, admirando lo último de éste pues la salida estaba poco más adelante.
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ese momento es que relajó toda expresión con un suspiro de por medio, largo,
pausado y lento como si estuviera dejando escapar todo su coraje, sustituyéndolo por un arma poderosa y necesaria: Paciencia.– Archer...–hizo llamado a su atención, yendo pronto hasta él a pasos decididos; ella, tan baja en estatura, menuda y hasta frágil a la vista fue a hacerle frente en contra de todos sus principios grabados a sangre y espada, alzando el rostro para poder mirarle directamente con una seriedad digna de un mausoleo.– Considero que me he portado adecuadamente contigo,
no espero un "quizás" sino la certeza de que cumplirás tu palabra.–
su rostro aún permanecía fresco y colmado de emociones que nunca antes pudo vivir a plenitud, en verdad deseaba aquello, era importante para ella como algo que nunca tuvo, algo que el destino le arrancó y que por ironías de éste mismo ahora le era otorgado por Gilgamesh; por ello, le sujetó de la chaqueta por la parte...
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El llamado a la calma que invoca el Rey de Héroes sobre ella no hace más que incentivar su ansiedad, sin éxito alguno de por medio, al menos no en primera reacción pues incluso ofendida se sintió ante esa forma de hablarle cual si fuera un animalillo salvaje <Que si bien, no distaba mucho de ello en su inexperiencia con esa clase de emociones tan transparentes y frescas> Ante ello una de sus cejas se alzó, muestra clara de su inconformidad al verse aún en manos de quien fuera su acérrimo enemigo y ahora ¿Guía turístico?
Estuvo a punto de replicar, pero entonces vino el segundo comentario ¿Una condición? ¿Es qué acaso nunca podría dejar de ser tan ácido?... Miró a otro lado con la mandíbula tensa y los puños cerrados a sus costados, notándose su gesto volver a esa bravura innata que la hizo bloquearse y mantener en su mente como un eco avasallador esa última risotada que sólo fue disipada por sus más pueriles sentimientos al recordar el punto focal: Los leones.
Sólo hasta...
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"Quizás... Solo quizás, si es que te comportas bien conmigo, te llevaré a ver los leones." Prometió con aires bravucones, se sentía complacido de tener la última palabra y sostener los deseos de su amada entre sus zarpas, demuestra que incluso dentro de sus momentos más fraternos y cercanos todavía existe, en menor medida, la preeminencia de su lado engorroso y rufianesco, cual fue confirmado por el perjuro de su risa. "¡Hahahá!"
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La expresión inocente e infantil de su compañera se apodera de sus labios, aquellos que develan una radiante y auténtica sonrisa. ¡Qué criatura más adorable!, si bien la Rey de Caballeros era reconocida por su temple calicanto y su inflexible sentido de justicia, cierta lozanía y dulzura le perlaba cuando no pendía de materias que si bien, no son de gran trascendencia, despiertan a la niña interior, quién a su vez, nunca conoció la indulgencia o la libertad de ser una niña. Contempló con sus ojos aplacados y tranquilos pero todavía posesos de aquel fuego rojizo y pasional, al glauco ajeno ameno de sentir en ellos su pueril emoción y replicó calmo, como si se tratara de sosegar la energía de un menor.

"Tranquila, tranquila." -Dijo suavemente y acto seguido devolvió su mirada hacia el reino acuático, aún manteniendo aquella sonrisa otorgada de la mano de la pureza ajena y agregó, con igual sentimiento.
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y con un vistoso interés prendido al jade de sus ojos que para ese momento no eran los del Rey honorable que se sumía por su pasado, sino los de una joven llena de curiosidad por ver a su animal favorito, algo inusual pero digno de admirar en sus delicadas facciones libres de cualquier enfado o desagrado.
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Estaba maravillada, ver los grandes peces surcar por encima de su cabeza como las aves por el cielo era simplemente increíble; y aunque ya tuviera noción de esa línea de tiempo moderna gracias al Grial, no dejaba de ser fascinante.
Así, siguió avanzando por el largo y oscuro pasillo, admirando las medusas con grandes ojos, nunca las había visto, no así. Pero de pronto, su atención fue robada con una palabra clave: Leones; se giró enseguida hacía el rubio con quien como cosa extraña no estaba teniendo enfrentamientos o momentos hostiles.– ¿Leones? ¿Sueltos sin más? ¿Qué clase de locura hacen los humanos en ésta época?–la imagen que llegó a su mente fue muy distinta a lo que suponía un zoológico, de hecho pensó en algo más al tomarse el mentón apenas con el dedo índice y pulgar– ... ¿Un coliseo romano? –dedujo, cerrando los ojos con seriedad renovada– Sea lo que sea, deseo verlo, Archer.–determinó volviendo a mirarle, decidida...
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que proyectaba de forma perpetua, como si fuera su propia sombra.

"Me alegra profundamente que te agrade, Saber..." -Habiéndose acordado de cierto dato, pausó su discurso momentáneamente antes seguir.- "¡Hahahá!"

"Sabes, existen estos lugares llamados "zoológicos" y tienen muchos leones."
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Ya habían pasado años los sucesos acontecidos en la cuarta guerra del Santo Grial, el Rey de Reyes había logrado el cometido de hacer de su deseo realidad, alcanzando la encarnación y ante ello, había logrado de nueva cuenta experimentar las diversiones y placeres que yacían vigentes en la contemporaneidad. Entre las gratas sorpresas que pudo experimentar durante aquel tiempo, había destacado el acuario de Fuyuki, el cual despertó ciertos sentimientos de nostalgia en su interior; Recuerdos de su leyenda heroica, específicamente, cuando viajó hacia el fondo del mar en busca del tesoro de la inmortalidad. En el presente compartía la alegría de observar la naturaleza marina en cautiverio junto a la soberana anglosajona, apreciando los panoramas surrealistas y coloridos que solo en el artificial lecho, fauna y flora acuática logran concebir. Con las manos en los bolsillos y caminando junto a la dama, simplemente replicó con buenos ánimos, excluyendo aquella vanidosa esencia...

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