—El pobre rey se encogió ligeramente cuando vio a Saber de aquel modo, era gracioso en cierto modo pero ella sabía cómo imponer respeto cuando lo deseaba. Sabía que para ella el honor lo era todo, incluso un motivo para abandonar cualquier rastro de humanidad en pos de ascender a un estado superior del cual todos pudieran confiar y depender. Por eso casi no pudo contener la risa cuando vio que el motivo del enojo no era la denigración de su orgullo, sino el cuestionamiento del suyo, conteniéndola únicamente por el brillo en sus ojos que lo hacía sentir casi indecente por tomarle el pelo. Estuvo a punto de contestarle cuando ella se acercó con tanto porte y rudeza que nuevamente su falda le jugó escandalosos trucos. — ¿Qué clase de espíritu heroico soy? El más grande de todos. ¿Y dónde está mi orgullo? Probablemente en el suelo, espiando esas ropas. No eres quien para hablar de orgullo vistiendo esas distractoras prendas.