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Iniciado de primer rango, Heredero de la Orden.
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S1564337 · 26-30, F
Parte ii.

[code]Empujó con fuerza la puerta de la taberna — establecimiento que se distinguía por encima del resto, incluso en su reino y en este... lugar —, sin llamar demasiado la atención de muchos individuos llenos de sustancias etílicas. Cuando llegó a la zona principal, donde repartían la medicina, se dio cuenta que no había recordado un punto fundamental: la comunicación. No podría escuchar con claridad lo que decían. Ni siquiera entender su idioma —¿tenían uno?—, ¿Cómo podría ella hacerles saber el suyo? Así que regresó al instinto y las acciones más primitivas y básicas de la interacción humana. Levantó el brazo, señalando una botella antes de guiar su mano a la mesa y alzar sólo un dedo, pidiendo un vaso. Tal vez, mezclándose, descifraría la forma de preguntar. [/code]
S1564337 · 26-30, F
AU.
Parte i.
[code]Estaba confundida.

No entendía qué había sucedido en el último par de días. Las cosas, de por sí desastrosas y mal encaminadas desde el inicio del objetivo, terminaron fracturando la escolta y dispersaron a todos los soldados en direcciones diferentes confundidos por la espesa neblina casi negruzca que los rodeó apenas entraron al Bosque Oscuro. Salander, encomendada por el Regente de Xeivia, y la princesa, reunió a un pequeño grupo de sus hombres más cercanos y de mayor confianza, con la misión de explorar los terrenos mágicos de los distintos lugares desconocidos para el reino, que podrían suponer una amenaza. Iniciaron con El Monte de Arañas. Los rumores decían que en ese lugar podías encontrar a las especies de arácnidos conocidas — y desconocidas — con diferentes poderes. Algunos, podían arrebatarte la vida con la rozadura de sus colmillos, otros, ponzoñosos, se alimentaban de tu cuerpo para ovoposcitar; los más excitantes sin duda, eran aquellos con las propiedades mágicas fundamentales para curar, engrandecer o brindar habilidades excepcionales a quienes encontraban dignos. Lo cierto era que, algunos rumores fueron ciertos, y el resto llanos cuentos creados para alejar a la población. Salander prometió que, si no revelaba la información verdadera, el Rey del Monte mantendría un acuerdo de paz para con el reino de Xeivia. A cambio, la general tuvo que sacrificar un tributo. Algo a lo que Murtagh, su fiel mano derecha, se opuso.

Posterior a su salida del monte, se encaminaron con los caballos alados y sus animales mágicos, al camino del Bosque Oscuro. Las historias entorno a éste eran más tenebrosas y misteriosas que las del Monte. Pocos podían siquiera acercarse a las inmediaciones de su frontera, y aquellos que tenían la sabiduría suficiente para internarse, jamás fueron vistos de nuevo. Sólo una persona había entrado y salido con vida: el antiguo general del ejército, el honorable X. Y, desde su llegada, se recluyó en su morada y jamás salió de ahí. X había sido su mentor, antes de partir. Por ello, esta misión de cierta forma, era una manera de redimir el honor de su maestro; y, al mismo tiempo, entender los misterios y retener los mitos.

Lamentablemente, el Bosque Oscuro los encontró indignos. Tan pronto la cruzada atravesó la frontera, una neblina oscura rodeó a todos los soldados. Cuando Salander empezó a moverse, con las extremidades entumecidas y los ojos llorosos de un gas (invisible) que se los irritaba, se dio cuenta que estaba en un lugar muy distinto al de su conocido hogar.

Tan pronto la neblina se despejó, los ojos de la general vislumbraron aceras adoquinadas, carros atravesando las piedras y personas de vestimentas extrañas recorrer las calles. Estaba confundida, cuando caminó por el estrecho callejón hasta la salida de una avenida y miró a ambos lados, con los ojos curiosos y cautelosos de un animal salvaje retenido en un ambiente ajeno a su hábitat. Sus ropas, desafortunadamente, desentonaban con el ambiente. Por suerte no portaba vestido. El traje de guerra consistía en unos pantalones ceñidos a su cuerpo, con la camisa holgada, pero cubierta del corsé de la armadura, más pesado que ella misma. Sus hombros, desnudos, sólo mostraban la porción de piel que no suponía peligro en la guerra, pues el cuello y la parte donde cruzaban sus venas y arterias más importantes, también estaban cubiertas de metal. Intentó, de cierta forma, ocultar la espada afianzándola a su extremidad, pero toda ella era un aviso inminente. Mírame.

Cruzó un mercado, observando alrededor mientras intentaba moverse por los lugares oscuros y más concurridos de forma que se moviera entre la gente y no fuese notada. De un puesto de telas domésticas, tomó un cuadrado de color gris que usó de capa y sujetó al meter los bordes en la protección de su cuello. Así, al menos, cubría el resto de su cuerpo. Sabía que había sido magia, lo que estaba controlándola en ese momento. Y todo acto mágico tiene un punto reversible, una llave que ayuda a regresar al origen. Tal vez era un sueño. Tal vez había sido envenenada en el Monte de Arañas y esto era la ilusión del mismo. Aún así, necesitaba respuestas a su imaginación. [/code]
LylColl · F
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El gesto en el rostro de su pareja le provocó un suspiro apenas audible. Sintió un poco de lástima por el rastreador que la había llevado hasta Ryan, se veía que era un novato pues a pesar de las formalidades que debían tenerse para con Ryan por ser un Greenwood todo el que tuviera tres dedos de frente y conviviera un poco con él sabría lo mucho que odiaba todos los títulos y adulaciones que le daban. Lyla aún recordaba la manera en la que renegaba de su título ante su madre quien casualmente fue mencionada tras un intercambio de información.

La mujer que había traído al mundo a los hermanos Greenwood, al novio de la pelirroja, era quien más podía hacer que la sangre le hirviera a la chica. Ambas se parecían en algo: su orgullo y necedad; Jean siempre empeñada en hacer sentir menos a la invocadora, recordándole su papel de una simple huérfana con quien a Ryan no le convenía estar pues no había nobleza alguna en su estirpe.
La chica se preparó mentalmente para oír la sarta de órdenes y quejas que la cuñada del Lord Regente seguramente pidió se informaran pero Ryan con una orden hizo callar al rastreador, Lyla no había notado que aguantaba la respiración como acto reflejo a su enfado hasta que su amado le colocó su abrigo encima y ella se sintió menos tensa, sacando así el aire de sus pulmones.

En cuanto el rastreador se fue y se encontraron solos en medio de un paisaje tan esplendoroso ella quiso decirle lo agradecida que estaba porque las solicitaran a ella y a Marie como auxiliares pero se perdió en la verde mirada de su novio quien pasó a tomar sus manos y después a besarla. Cuando sintió sus fríos labios sobre los de ella se dió cuenta de cuánto lo había extrañado en realidad; la cercanía, su olor, su amor que casi parecía palpable para ella. Cerró los ojos dejándose llevar en aquél encuentro entre labios, moviendo los propios de manera rítmica con los de él y colocando su diestra en el cabello despeinado de la nuca de Ryan.

No importa cuantas veces lo besara, ni el tiempo que llevaban juntos, siempre se sentía como si fuese la primera vez. Había un chispazo indescriptible al unirse sus bocas, al tocarse, al estar en la misma habitación.

— No tienes idea de lo difícil que es estar lejos de tí. — Le dijo Lyla entre besos, incapaz de separar sus bocas por más de un segundo.

Desde que habían sido separados su único deseo era encontrarse con él de nuevo. Sin Hunter y Ryan las cosas en Inglaterra no eran iguales, no se sentía esa familiaridad y cotidianidad en los días. Ryan, Hunter y Marie sin duda eran la familia que Lyla tenía y los amaba por sobre todo y todos en el mundo; habían estado juntos desde niños, crecieron hasta convertirse en lo que eran, impulsandose los unos con los otros para mejorar a cada instante. Lyla ya no concebía una vida sin su familia y mucho menos una sin Ryan.

Con el pensamiento de ver su mirada una vez más se obligó a separarse un poco para abrir así los ojos y esperar encontrarse con los contrarios que iluminaban más que cualquier estrella en el oscuro cielo. Encontrándose así el fuego con el hielo.[/code]
LylColl · F
[code]— Será rápido, ya deben estar esperándonos.
— ¿Iré, él me recogerá y luego qué?
— Las instrucciones las tengo que dar frente a ambos.

Y así sin más dieron el tan esperado salto. Lyla dejó de sentir la tierra debajo de ella, era como si flotara, aún con toda su experiencia un ligero mareo no pudo evitar presentarse, al sentir la familiaridad de su estómago revuelto se obligó a pensar que pronto llegaría y no tendría que volver a saltar en un rato. A menos claro que Ryan los metiera en un problema.

Belfast, Irlanda del Norte.

Verde, olor a humedad, frío. Abrió los ojos de par en par para observar la majestuosidad del panorama, no es que Lyla no hubiera visto en el pasado un bosque o, por como miraba los troncos, un árbol, es que en realidad aquello era hermoso. Irlanda tenía lo suyo definitivamente, pero lo mejor del cuadro panorámico era el chico que la esperaba ahí, a unos cuantos pasos de ella. Le fue casi imposible aguantar las ganas de ir y abrazarlo, la profesionalidad ante todo y de verdad había que agradecer que el hombre a su lado fuera tan alto e imponente pues de ese modo la pelirroja no lo pudo olvidar tan fácilmente como para ir al encuentro de su novio como toda una adolescente hormonal. Lo miró de esa manera en la que solamente podía verlo a él.[/code]
LylColl · F
[code]Inglaterra.

Una rojiza cabellera se movía con el viento a través de la ventana del automóvil, Lyla Collins y Marie Stuart estaban siendo conducidas hasta uno de los lugares sagrados para dar el salto, ahí mismo las esperarían dos rastreadores que les harían compañía hasta los lugares otorgados para su llegada. Cuando a la pelirroja le dijeron que Ryan iría a recogerla un chispazo le recorrió el pecho, ella no creía que ambos hermanos lograran que tanto invocador a como guardiana fueran a acompañarlos en una misión tan importante como lo era la encomendada, después de todo ellas aún no habían ascendido y por si fuera poco la progenitora de Ryan no aceptaba a Lyla cerca de su progenie y eso podía poner trabas en la reunión del equipo.

Contra todo pronóstico ambas se dirigían a auxiliar a los hermanos Greenwood; una nerviosa Marie se mordisqueaba el inferior a un lado de Lyla quien sabía bien la razón de su inquietud, una razón que poseía un nombre, y ese era Hunter.

— Me dijeron que Ryan tendrá que viajar en transporte público para ir a mi encuentro. — Comentó la fénix para romper un poco el silencio y la tensión que empezaba a generarse en el ambiente.
— ¿Eh?, ¿Ryan? — Marie volteó a verla con los ojos ligeramente más abiertos. Bingo, ahora Lyla tenía su atención.
— ¡Lo sé! No puedo ni imaginarmelo. Él, el hijo pródigo en medio de un tumulto de gente común. Empujando para poder salir... "Oh, señora, soy el prodigio de prado negro, quite su trasero de tan cerca de mi."

La castaña soltó una risilla por lo bajo ante la mala imitación de Lyla quien hacía ademanes que le había visto a Ryan cuando se conocieron y él no la creía digna de estudiar en la Academia. Un pasado que se veía cada vez más lejano, como si nunca hubiese sucedido realmente, al menos a Collins le hubiera gustado que las cosas iniciarán diferente y que su vida temprana hubiera sido otra.

Lyla Collins no había nacido en una cuna de oro como los Greenwood, al contrario, era una huérfana sin un linaje que la hiciera merecer la pena a ojos de los altos mandos y, sin embargo, ella se había esforzado para hacerse notar por cuenta propia. Era una gran hechicera gracias a su constancia y a sus ganas de superación a pesar de que muy en el interior aún se considerara a sí misma menos que cualquier otro invocador en todo ámbito. En realidad, menos que cualquier persona.

— Estamos cerca, señoritas Collins y Stuart. — Advirtió el chófer del auto.
— O-Ojalá pudiéramos llegar juntas… — Marie volvió a adoptar la misma actitud de antes, se veía que no la estaba pasando en grande.
— Hunty te cuidará bien, Marie.

Sabía, claro que lo sabía, que su mejor amiga no estaba nerviosa por su seguridad y mucho menos temerosa de que Hunter no pudiera cuidar de ella. Era esa cosa llamada amor la que mortificaba a su pobre y tímida guardiana. Lyla nunca le había hablado de lo que sentía al ver a Ryan abiertamente, eran cercanas pero había cosas que se las guardaba para ella misma; la invocadora también estaba nerviosa por encontrarse con su novio a pesar de llevar ya un buen tiempo de relación. Eran esos ojos, esa mirada, esa actitud -y para resumir todo él- los que le provocaba una extraña sensación de timidez.

Se escuchó el ruido de las ruedas del auto al frenar y el motor ronroneó cada vez más bajo hasta la afonía. Habían llegado, al fin iba a ver a Ryan.

— Por favor, señoritas. — Pidió el chófer que ha se encontraba a un lado de la puerta de Lyla, abriendola.

Bajaron sin decirse nada más, el lugar era bastante interesante, una piedra enorme se alcanzaba a ver detrás de lo que parecía ser una antigua casa. Para cuando tuvieron que separarse Marie le lanzó una mirada de espanto a Lyla, ella respondió con una cálida sonrisa y articuló con los labios la palabra “suerte”; ambas se dirigieron a piedras distintas donde ya las esperaban los rastreadores.

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