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RsL1574861 · M
Curvó los labios. Se sintió contagiado de la desilusión que ella pintó en su rostro, esa misma que lo hizo sentir culpable y tratar de pensar en algún remedio. Pero no existía ninguno, no se podía contradecir a la señora Hanamiya. Jamás. Al menos no si querías vivir en paz. Tomó aire y lo soltó con fuerza mientras que negaba un par de veces.— Lo siento, Kemi-san. No era mi intención levantarle la voz pero... A veces no sé cómo decirle que no. —Confesó. Rodó los ojos un momento y volvió a suspirar. Él ya lo sabía, incluso presentía que el ánimo tan grande de la chica no pasaría creíble debido a un trozo de ordinario pastel.— Quizás ella sabía que sucedería hasta antes de ello. O quizá no sabe aún, pero no podré mentirle si me pregunta. Es terrible cuando toma las tijeras, le cortó la colita a Paris cuando dije que permitiría usted comiera una rebanada y una malteada. Creo que el café sería la mejor decisión.
 
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