— ¿Me estás culpando? — Deslizó las manos sobre los hombros de Remulus, atrayéndole en un abrazo ‘familiar’. — Querías ser el rey de roma y te di el empujón que tanto te faltaba. Si tu hermano no tomó en serio la advertencia que le diste fue... un evento inesperado. Ya tienes lo que quieres, ¿no es así? Darme las gracias es lo mínimo que puedes hacer por mí, sobrino. ~ —
—Creería que primero estarían mis principios antes que el poder, pero tú me amoldaste de otra forma desde el día fatídico en el que me convertí en fratricida. El poder es todo lo que me quedó; haré caso de tus advertencias, tía Eris. Deberías cuidarte entonces, no vaya a ser que requiera algo de ti.— Una risa socarrona acompañó sus palabras.
— No hace falta que lo mencione, ¿o sí? Hombres, mujeres; no te limites a territorios. — Le mima bajo el mentón con el dedo índice; una caricia sutil pero pícara.
