— Tío —respondió, a modo de saludo. No necesitaba voltear para reconocer esa voz grave y, sin embargo, perfiló el rostro para verle de soslayo, trazando una sonrisa en la mitad de sus labios—, podría preguntarte lo mismo —replicó, con aires de traviesa superioridad, y después una risilla la delató.
No muy lejos de la Princesa, un Principe se apoya contra uno de los muros rojos del castillo en el que vivian. La observa de lejos, copa de vino en mano por algunos momentos antes de decidir acercarse.
