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RhaenyraTargaryen · 18-21, F
(...)

No se explicaba por qué, pero decidió encomendarse a él. Y sin apartar una mirada llena de intriga y suspicacia, caminó hasta colocarse al costado del más alto.

Mi nombre es Rhaenyra —pensó en mentir y darle el nombre de Alicent: su madrastra. Pero si no la reconocía por su físico, decidió arriesgar su nombre sólo para verle reaccionar, pero en verdad su ignorancia era genuina; lo que le hizo volver a preguntarse de dónde diantres había salido—. ¿Viste antes la Fortaleza Roja? Es decir, ¿un castillo? Está en la cima de la Colina Alta de... bueno, es imposible no haberla visto, pero entre tantos edificios y callejones no sabría qué calle tomar. Si sólo caminamos eventualmente daré con algún lugar que reconozca. Y mientras podrías contarme de dónde vienes y qué es lo que haces en Desembarco del Rey, ¿te parece? Me gustan las historias —añadió, esbozando una sonrisa ladina mientras le indicaba una calle al azar, iniciando su camin
RhaenyraTargaryen · 18-21, F
Los ojillos felinos de la princesa no hacían mas que perseguir el curso de la mirada ajena en lo que apaciguaba su respiración. Su entrecejo se frunció al estacionar la suya en sus propios hombros y cuando una brisa (que trajo otra oleada de hedor a pescado) le levantó los cabellos, reparó en el objetivo del padawan. Otra vez no llevaba la capucha puesta. Apresurada intentó peinar sus hebras lisas y ocultarlas detrás de sus espalda.

Pero, ¿por qué esa mirada de fascinación? Se preguntaba mientras sacudía la cabeza de un lado a otro como respuesta a su última pregunta, reacomodándose la capucha para apagar la atención en ella. ¿En verdad no sabía quién era? ¿Por qué tanta insistencia con ayudarla?

Nadie me ha hecho daño, sólo estaba dando un paseo —tenía su encanto el acento extranjero y aquella manera tan propia de hablar. Y mientras intentaba deducir de cuál de los Siete Reinos provendría, miró hacia sus costados; seguían estando solos.

(...)
AS1580118 · M
Lamento mucho haberla interrumpido hace rato. No era mi intención ponerla bajo estrés alguno. Sin embargo...—Los ojos de Anakin seguían clavados en esa preciosa cabellera platinada. ¿Cómo era posible que una criatura tan delicada estuviera paseándose entre los mercaderes sin ser abordada por quien reparte falsa justicia? Si Obi-Wan lo creía a él ingenuo al escabullirse en plena misión, la chiquilla pecaría el doble a ojos de cualquiera.—

No puedo evitar pensar que estás en peligro. Dime, ¿alguien te ha hecho daño?
AS1580118 · M
—Un suspiro del más sincero alivio abandonó los labios del padawan. Agradeció internamente que la chiquilla se animase a salir por sí sola, sin necesidad de estarla acarreando ni llamando incesantemente como se llamaría a una oveja separada del rebaño. Anakin hizo su mejor esfuerzo en mostrar un temple sereno, amable y añadiendo un tono melifluo a su voz, expresó—

Lo haré, se lo prometo. —Y como aprendiz de Jedi y, supuestamente, el elegido, se veía forzado a cumplir con su palabra más que cualquier otro alumno. Anakin dio un paso y esperó una reacción de la doncellita. Al asegurarse que no causó el temor de un león sobre su presa, dio otro, y otro, y fue acercándose a ella.

Afortunadamente estaban solos; ningún rumor malinterpretaría su voluntad transparente, así que se atrevió a sonreír incluso.— [+]
RhaenyraTargaryen · 18-21, F
(...), emitió una arcada que hasta empañó sus ojos y le hizo toser.

No sabia por qué, pero sintió un alivio indescriptible. No le conocía, bien podía estar mintiendo, pero tuvo una corazonada que la incitó a salir de su escondite en ese callejón de mala muerte y revelarse con ambas manos alzadas, en señal de inocencia.

Sonrió al reconocer esa melena ondulada, del color de la miel más oscura que, además era la más dulce.

Anakin –repitió el nombre que le escuchó decir mientras le pedía que saliera–¿Padawan? –preguntó casi con timidez, ahora mismo no recordaba bien si ese era su apellido o sólo una palabra que no reconoció... quizá la había inventado en su afán por recordar, y también el otro nombre que dijo, pero estaba demasiado alterada para recordar con exactitud, preguntándose si era prudente presentarse también–. ¿Es verdad lo que dijiste antes? ¿Tú podrías llevarme a salvo a casa? –se aventuró a preguntar.
RhaenyraTargaryen · 18-21, F
(...)

Y ahora debía hallar una forma inteligente de volver y pasar desapercibida, pero aquella zona le daba muy mala espina. Se le aceleró el corazón en medio de sus jadeos, sobre todo cuando escuchó unos pasos apresurados que caminaban hacia donde ella se encontraba. Fácilmente pudo deducir que esa era una zona que la Guardia Real no recorría con frecuencia (si no era que nunca), fácilmente podría caer en manos de algún bandido. Si estuviera en esa situación lo más fácil sería entregarle sus cosas de valor y tratar de volver a casa, pero otro no se conformaría sólo con eso; podrían hacerle daño, o peor; matarla. No quiso ni pensarlo. Cuanto más se acercaban los pasos, se empezó a agachar detrás de un basurero que apestaba a pescado podrido. Tuvo que taparse la nariz con las mangas largas de su capucha para no seguir oliendo, que si vomitaba allí, era su fin.

Y al reconocer la voz del extraño de antes, casi ahogó un grito que la obligó a apartar la mano de su nariz, y por ende, (
RhaenyraTargaryen · 18-21, F
Reconocíó la voz del extraño mientras corría y, por más que sus pies quisieran detenerse y ya, no podía. No sólo así, debía haberse alejado lo suficiente de aquél tumulto para que de a poco los transeúntes a los que si no chocaba con ellos, intentaba esquivar a toda costa, dejaran de ahogar gritos de asombro al reconocerla pues, mientras se alejaba y viraba de una calle a otra, pudo volver a colocarse la capucha.

Se detuvo al llegar a un callejón sin salida y apoyó el trasero contra un muro, llevándose las manos a las rodillas mientras recobraba el aliento. Se tomó tan sólo unos segundos para reincoporarse y, antes de preocuparse por el extraño siquiera, reparó en que había llegado a un lugar que ya no reconocía. Se había alejado del perímetro habitual, y corrió tan nerviosa que ni siquiera recordaba cómo llegó allí.

Sólo supo que por el olor a pescado y las gaviotas revoloteando a metros de los techos de esas construcciones altas, estaba cerca del puerto pesquero.

(...)
AS1580118 · M
El joven Skywalker gruñó y chasqueó la lengua. Estaba completamente solo. Pronto, las enseñanzas de Yoda aterrizaron en su pensar; debía intentar mantener la calma. No existe emoción, sólo paz.—



Mi nombre es Anakin. Anakin Skywalker. Padawan del gran maestro Obi-Wan Kenobi. No he venido a hacerte daño, pero si estás bajo riesgo, permíteme ser quien te auxilie.

—Miró por todos lados, agudizó los sentidos. Ojalá la fémina se animáse a salir... de donde sea que estuviese resguardada.—
AS1580118 · M
No dejaría pasar una oportunidad única en conocer a alguien con dichas características. —

¡No temas! ¡No te haré daño! ¡Lo prometo! —vociferó más de una ocasión. A veces se le interrumpían las palabras por quitarse de encima a hombres regordetes o criaturas a quienes no prestó demasiado detalle, pero usó su sentido de la fuerza para no olvidar por dónde iban danzando los delicados pasos de la mujer. Para ser pequeña y de figura esbelta, era bastante rápida.—

¡Por favor!

—Y es que el instinto de Anakin le decía que, tal vez, ella estaba en peligro, y al acercarse él con rebosante confianza la hizo entrar en pánico.

¿Tenía asegurada la reprenda por parte de su maestro? Por supuesto. ¿Retrasó la misión? También, pero como aprendiz de Jedi, era su deber protegerla y ayudar.

Finalmente dio vuelta a la esquina y se dio cuenta que perdió de vista a aquella chiquilla. [>>]
AS1580118 · M
¿La miel? —Casi podía jurar que las matíces de su alborotada cabellera eran más oscuras que la miel, aunque no era como si viera ésta todos los días. Inspirado por la comparación, Anakin adelantó un paso a su nueva compañera de charla, pero los giros inesperados de la vida conspiraron una vez más en su contra. Le tomó un par de pestañeos darse cuenta que la mujer tenía no sólo bonito color de ojos, sino que el aspecto rubio platino de su cabellera lo dejó anonadado. Brillaba como las lunas en las noches frías de Tatooine y llamaba la atención como las estrellas de la galaxia que ha recorrido que, por estúpido que sonara, esto le hizo entorpecer sus sentidos.—

¡Espera! —estiró la /única/ mano en dirección a la ruta que ese pequeño ente albino agarró de escape. Luego de lanzar una mirada a donde Obi-Wan debería estar esperándolo, se dejó envolver por el espíritu de rebeldía y curiosidad por el que suele recibir regaños.

Claro que fue detrás de ella. [>>]

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