A mi... ¿Qué no me gusta de ti Aitor? He conocido de ti más allá que los demás, yo no me quedé con la imagen del chico serio y reservado, tuve la oportunidad y culminó en esto que tenemos ahora.
No me queda más que agradecerte por todo lo que me has dado, compartido y enseñado.
Era un hermoso día de verano, rayaba la luz del medio día, tan caluroso y lleno de una brisa que refrescaba el lugar. La magia se podía oler en la hermosa pradera, justo dónde descansaba tranquilamente Aldara Amery, una jovencita de cabellos rubios y unos enormes ojos azules.
Vestía una especie de ropajes en color rojo, sin tanta importancia, ya que se trataban de ropajes de cuero. Llevaba un colgante en el cuello, su espada a un costado dentro de la funda y unas ganas enormes de comer algo. El estómago le gruñía, pero había quedado con un chico al que había conocido recientemente que se enfrentarían en el lugar dónde se hallaba. A decir verdad, no sabía si el chico se trataba de un aventurero, pero éste le había retado a un combate, posiblemente amistoso, pero recuerda perfectamente que él le dijo que se lo tomara en serio.
─ Tengo hambre. Ojalá no se retrase mucho. ─ Se decía para sí.
Con la esperanza de que no se tratase de un chico gañan, la chiquilla cerró los ojos para descansar un poco más en lo que el chico llegaba al encuentro.
—Tu voz siempre me transmite seguridad y tranquilidad porque sé que estando cerca de mi todo estará bien... Todos los idiomas en tus labios son una melodía, mi melodía personal y si a eso le agregamos tu facilidad de palabra, si, logras encantar a todo aquel que te escuche...
