El mundo permanece constante a lo largo de los siglos. Pero la vida humana es como el rocío del amanecer o como una burbuja que se eleva sobre el agua: ambos son transitorios.
También era adorable como quería convertir en una orden algo tan sencillo como tomar leche de dango, sin embargo Yae lo tomó con la seriedad que correspondía y con parsimonia asintió. —Puedes decretar la leche de dango como la bebida insignia de nuestro próximo festival, así todos podrían disfrutarla tanto como tú, y respecto a la cena...— Llevó su mano al mentón, pensativa por una par de segundos, hasta que sonrió, colocando ambas manos sobre su regazo. —Será una sorpresa. Probaremos juntas tu arriesgada combinación de alimentos.
Afiló un poco la mirada, sin duda Miko parecía divertirse con ese tipo de cosas pero Ei solamente cerró sus ojos nuevamente sin responder a eso, sabía que cualquier cosa que dijera sin acertar sería motivo de burla. — Es lo que más recuerdo. Durante esa visita al pueblo un joven la vendía, quiero que todos la prueben. — insistió, no podría olvidar su sabor. — ¿Deberíamos solicitar un poco para la cena de hoy?. ¿A qué sabe esa pizza?, ¿Irá bien con la leche de dango?— apoyo sus manos sobre sus piernas y miró curiosa a su guía.
Aprovechó que había captado su atención, cerrando uno de sus ojos por un instante. —Puede ser algo dulce... o quizás no. La pizza también hará la voluntad de la Todopoderosa Shogun. ¿Qué dispone usted, Excelencia?— Ei era adorable cuando sin querer demostraba saber poco y nada del mundo real, más como su espíritu familiar era su deber ser su guía, su luz... sin embargo la sacerdotisa no evitaría divertirse en el proceso. —Leche de dango, ¿eh? ¿qué otras cosas deliciosas has probado, Ei?— Interesada, sus orejas se movieron ligeramente, aún era complicado que la Shogun hablara de sus gustos, de sus emociones, de aquello que sucedía en su mente.
La viajera había dejado marca en su gente, ayudando a cada uno de ellos cuando lo necesitaron, podría decir que le tenía respeto y no solamente por eso, en el arte de la espada era diestra, tenía una voluntad inquebrantable y ahora por lo escuchaba también era buena en la cocina. — ¿Pizza?, ¿Es algo dulce? — pensativa le miró, inclinando ligeramente su cabeza con un poco de curiosidad. — Eso me recuerda. Probé una leche de dango el otro día, es sin duda deliciosa. Deberías probarla tu también. —
—Mh... puedes intentarlo, no me quejaría.— Cerró los ojos por un instante, imaginando el sabor de su platillo favorito. Cuando los volvió a abrir, Ei estaba degustando el dulce, aunque con expresión seria, quizás tendría que usar algo más exótico para provocar alguna reacción distinta en ella. —Esta noche traerán un platillo especial, la viajera ha compartido con Inazuma las delicias culinarias que ha probado en su travesía... lo llaman... pizza.— Su mirada se afiló ligeramente, diciendo aquélla última palabra como si fuese algo realmente misterioso.
Volverse el blanco de sus planes sin duda no resultaba agradable, fuera o no por su bien conocía bien a la sacerdotisa quien no dudaría en burlarse de ella a la primer oportunidad. Ei solamente cerró sus ojos, quería resistir la tentación pero al final solamente extendió una de sus manos para tomar el postre el cual sin mucho preámbulo comenzó a comer.
— Anteriormente podía engañarte con un poco de tofu frito. Así que ambas tendremos que esforzarnos para lograrlo, como en los viejos tiempos.
Sonrió. Ahora más que nunca, Ei era como una niña obstinada. —¿Temes darme la razón directamente porque sabes que te molestaré después?— Sentadas frente aquélla mesa, prácticamente tapizada de platos dulces típicos de Inazuma, Yae tomó una varita de dangos, y la acercó con un grácil movimiento hacia la poderosa, pero ingenua Shogun. —Este largo tiempo en meditación te ha vuelto más sabia, tendré que esforzarme más para que caigas en mis juegos.
Creo que la viajera y tú lograron darme una nueva perspectiva sobre la eternidad. Aún es difícil tomar un nuevo rumbo. Estoy de acuerdo contigo, es todo lo que diré, Miko.
