El mundo no diría que no lo intentó. Pero sabía que esta era una derrota momentánea pues Roy Mustang se sabía un hombre persistente hasta el límite del hartazgo. Seguiría insistiendo hasta ver a la Teniente en una minifalda.

Pero mientras esto sucediera, el destino le tenía preparado algo más amargo: una montaña de papeles que esperaban por su firma y/o retroalimentación. Con un gesto amargo de por medio fue a sentarse a su escritorio, para comenzar con ello.

— Bien, me encargaré de esto...

En el instante la puerta de la gran oficina se abrió. El Sargento Fuery había llegado, así que no estaban más solos.

—... Teniente Hawkeye.

Volvió al protocolo, no sin antes sonreírle mientras la veía a los ojos. Era aquel el lenguaje secreto y discreto de quienes tienen una relación profunda y longeva.

Dentro de si un atisbo de sorpresa le asaltó; de ser una cría cualquiera ya se habría sonrojado al menor roce, sobre todo al sentir el pequeño jugueteo en su lóbulo, zona que quedó vulnerable al toque. Ahí, bajó la mirada por un par de segundos apenas, suficientes para recuperar el aire en una pequeña exhalación que dio pie a una minúscula muestra de afecto al recuerdo de años tiernos donde se habían conocido, siendo ella apenas una chiquilla.

Sin embargo, esa pequeña aura nostálgica se extinguió ante la mención de la falda.

— Lo he pensado tanto como pienso en las cosas innecesarias. Nada... La respuesta sigue siendo: No. —sentenció y pasó al escritorio, apilando un juego de carpetas que contenían investigaciones privadas de carácter secreto en extremo. — Pero sí he pensado en que debemos ponernos a trabajar, Coronel.

— Entonces es eso.

Pronto captó el mismo código de humor, notándosele una breve sonrisa que no por calma dejaba de ser un tanto ladina. Como las acostumbradas.

— Lo noté apenas comenzó a sobrepasar tus lóbulos. Lo llevabas tan corto que fue fácil notar el cambio, aunque fuera lento.

Habló de ello y dejó un roce fugaz en el lóbulo de la Teniente, tocando su zarcillo. Después guardó ambas manos en los bolsillos.

— Ya que estamos considerando cambios, ¿has pensado lo de la minifalda? [?]

— Para evitar cosas como éstas. —obvió el contacto a su cabello; aunque bien fue en un sentido bromista, sutil, pero evidente al mostrar una media sonrisa en los labios, gestos gentiles reservados a la privacidad.— Puedo intentarlo, una vez por semana, quizá... Me he acostumbrado a mantenerlo atado. —se sujetó los extremos del cabello a cada lateral del rostro, deslizando los dedos hasta las puntas, ordenándolos sobre su pecho.—Nunca habías mencionado algo sobre mi cabello, pensé que nunca habías notado siquiera que había crecido.

— Riza. No siempre estamos en medio de balaceras u Homúnculos. ¿Por qué no te dejas el cabello suelto más a menudo?

Estando a solas se tomaba confianzas; como llamarle por su nombre o tener contactos sutiles con ella, acciones que no replicaría en presencia de terceras personas.