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— Pídelo mi flor. —Gimió con dificultad. Sin haberse olvidado del hombre, que ahora tenía a un lado y a su alcance, no dudó en tantear la firme piel, recorrió cada una de las cicatrices que sentía bajo los dedos al tiempo que se dejaba guiar por los abdominales trabajados, recorrer ese camino sólo podía llevar al paraíso, mismo que encontró cuando sus dedos se cerraron en torno a esa dureza tan marcada, la virilidad del hombre en todo su esplendor; no tuvo ninguna duda en intentar darle el mismo tipo de tortura que ella estaba recibiendo.
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dando acceso total a su cuello, pero no perdió detalle de las acciones masculina, al mirar de reojo.

— Tan bueno, es ilegal verse así de bien desnudo. —Habló pero esa coherencia no duró demasiado.— Ah... —Un gemido un poco más sonoro abandonó sus labios al verse atacada de forma tan salvaje, si ese era su castigo, se iba a portar mal lo que le restaba de vida.—Maldición... —Era imposible ocultar la humedad que se deslizaba entre sus suaves pliegues, incluso solo ser testigo de la desnudez de ambos cuerpos era suficiente para hacer palpitar su centro, ahora tanto estímulo por supuesto que les iba a regalar el néctar el abundancia. Teniendo a Eva frente a ella, no dudó en imitar las acciones, deslizando su mano traviesa sobre la tersa piel con destino al capullo que ocultaba entre sus piernas. No rompió las bragas de la chica, tan solo las hizo a un lado, permitiendo que sus dedos estuvieran en contacto piel con piel, haciendo una ligera presión, tentando a algo más. (...)
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la necesidad de sus cuerpos.
Piel blanca, perlada finamente por el calor que comienza a inundar el ambiente, por las manos hábiles que trabajan sus formas sin descanso alguno. Pequeños suspiros que se entremezclaban con jadeos abandonaban sus labios, no tenía ningún sentido resistirse a dejar salir su voz, no cuando esa voz podía embriagar el ambiente. Las cuspides rosas que adornaban sus senos estaban sensibles y receptivas a cada pequeño estímulo, era un lienzo en blanco a la espera de ser pintado por el artista, en una obra única e irrepetible.

— Quiero escucharlos decir gracias después de castigarme. —La voz le salió pesada y un matiz sedoso se escondía detrás. Era una perra, una con mucha suerte y no dudaría en aprovecharse de eso si le permitía pasar momentos como esos. Ligeros escalofríos la cubrían, el contraste del cálido aliento con las zonas humedecidas lograba que su concentración flaqueara. Se relamió los labios y echó la cabeza hacia atrás, (...)
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En ese momento se sentía eufórica, comparable con haber ganado un gran premio en el que siquiera había participado, no obstante, la realidad no estaba para nada alejada de esa comparación. Los había juntado pensando en las probabilidades y los resultados fueron incluso mejor de lo esperado.

Evangeline era una belleza clásica, una que se transformaba en la intimidad sin perder ese toque de elegancia. Era preciosa, inalcanzable y toda suya. La vista era indescriptible para ojos mortales y ella estaba en medio de ese desborde de pasión y sensualidad. No habían muchas palabras que pudiera pronunciar al tener sus bocas unidas, pero podía sentir cada espasmo, pequeño cambio o jadeo ahogado en la boca de la chica. Conocía a Richard lo suficiente para saber que no le estaría dando tregua, no cuando tenía semejante manjar a su alcance y es que los dos era insaciables, lo había descubierto en cada uno de sus encuentros, en la pasión que desbordaban y en (...)
R1581860 · M
abdomen perfecto, cuesta abajo, hasta separarle las piernas con todo descaro y buscar humedecerse las yemas con el almíbar que entre Evangeline y él seguramente habrían hecho manar.
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Evangeline lo suficiente como para poder ocuparse del inoportuno pantalón, se deshizo del cinturón, al que pronto siguieron el resto de las prendas; pronto quedando desnudo, sus músculos torneados y las cicatrices que los adornaban completamente a la vista de sus dos compañeras.

Entonces, tras una nueva, traviesa mordida, esta depositada en el costado del cuello de la albina, avanzó hacia el frente, deslizándose por el lado de Evangeline y sin desaprovechar la ocasión de estrujarle el trasero de paso. Así, pudo alcanzar a Himeko y bajar el rostro, siguiendo el camino que la vampiresa había comenzado; pero él fue directamente a por los senos, haciéndose con uno de ellos para atacarlo con sus labios mientras tomaba el otro con la mano y lo ofrecía a la vampiresa. No esperó a ver si ella lo acompañaba, sin embargo; y pronto se encontró absorbiendo la cúspide entre sus labios hambrientos, dedicándole succiones y lamidas a la par, distrayéndola para que su mano serpenteara por el [...]
R1581860 · M
—Eres tan hermosa, maldita sea —mientras buscaba el rostro de Himeko; aunque sabía perfectamente que ella, completamente embriagada por las atenciones de Evangeline, poca atención prestaría a su mirar.

Adquirir un ritmo constante para moverse contra la vampiresa y transmitirle la magnitud de su deseo fue algo natural; parecía que ambos estaban hechos el uno para el otro, para encontrarse en el lecho y dedicarse a las más deliciosas perversiones. Por ello, le resultó complicado renunciar al juego, tardando unos momentos más en hacerlo; aunque eso le dio la oportunidad de robar un rápido beso a Evangeline cuando ésta viró el rostro para dirigirle la palabra, devorándole los labios con las mismas ansias que su pelvis impaciente demostraba.

—Es más; creo que Himeko se merece un castigo por ser una pequeña zorra astuta. ¿No le parece? —Respondió, jocoso, a sabiendas que la excitación haría de su declaración una tentación más a oídos de la aludida. Para ello, separándose de [...]
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—Cuando lo deseen.

Tan solo interrumpió el andar travieso de sus labios para decir aquello; cuando segundos atrás se había empeñado en dejar teñida la nívea piel de sendas huellas que dieran fe de su paso por el cuerpo ajeno. Evangeline era un manjar exquisito, a la par de Himeko; por lo que se sintió internamente agradecido de poder disfrutar con ambas, y que ellas compartiesen una intimidad tan ardorosa que les permitiera unirlo a ella.

Oportunidad que no desperdiciaría por nada del mundo. Si bien conocía bien la silueta de Himeko, habiendo adorado esos pechos generosos, bebido del vientre húmedo y descargado su simiente en cada uno de los ávidos rincones de la joven, verla desnuda una vez más fue un placer al que no renunció, deseoso de regocijarse la vista en loz pezones sonrosados, en la suave entrepierna que había visitado tantas veces en el pasado; y, si bien sus atenciones se centraban en Evangeline por el momento, no se negó la oportunidad de susurrar un [...]
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observar a Richard, quien permanecía pegado a sus caderas y espalda –No suena mal, quizás podamos divertirnos sobre ella más adelante ¿Qué opina usted, Monsieur?—
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y buscando a su contraria para comenzar a bailar, haciendo aquel encuentro de sus labios algo húmedo y lascivo, suaves quejidos eran ahogados, provocados por las mordidas furtivas que Richard le estampaba en la nívea piel de sus hombros, tan blanca que los dientes ajenos podían dejan marcas con suma facilidad, era una lástima que para el día siguiente no habría rastro alguno de ellas, pero por aquel momento ambos amantes suyos podrían disfrutar de dejar huella en ella.

Solo se separó de aquel encuentro para comenzar a estampar sus labios en el mentón de Himeko, bajando poco a poco hasta llegar a su cuello, donde comenzó a repartir lamidas, besos y mordidas por igual, su nariz aspiraba el adictivo aroma de su compañera, mientras que su cuerpo se entregaba a los deseos del pelinegro y le provocaba con sus curvas apegándose a él –Así que te interesa usar la mesa, mon amor— Dijo contra su piel mientras su gélido aliento chocaba contra esta misma, giró un poco su rostro para poder(...)

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