... fuera; tomó cuidadosamente del brazo a su acompañante, para dar a entender a recepción que iba con ella, mientras sacaba su tarjeta de habitación del escote mismo, para poder usar el elevador.— Soy un druida. —Comenzó ella misma, con los ojos verdes puestos en la puerta cerrada.— Ellos me llaman bruja, pero es porque no tienen otro nombre para designarnos. También me han llamado... ya sabes, súcubo. —Resopló una leve risa.— Pero no soy un demonio tampoco, ni tengo interés morboso en tus fluídos corporales. No me interesa dañar a nadie... no me es conveniente, verás... —Le miró de reojo.— Me alimento de la energía nacida del deseo, el placer y la felicidad. Esas emociones expiden una energía increíble, excedente, que aprendí a tomar sin hacerles mayor daño, es como... si bebiera el agua sobrante de un vaso desbordado.

—Las puertas se abrieron en ese momento, y ella caminó, esperando a que le siguiera.—