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yB1582253 · F
*Se había quedado con las manos extendidas con aquellas dagas triangulares colgando de cada mano, sus ojos carmesies se cerraron por un momento al escuchar los pasos contrarios hasta que finalmente se detuvo haciendo acto de presencia en el púlpito cerca de la nave central donde ella se encontraba*

Vengo a pedir perdón padre...no por lo que he hecho...sino por lo que haré...

*Una de sus manos se movió hacia el frente apuntandole con osadía no sin antes girarla sobre su propia mano volviendo a quedar por el mango con ella*

Un mafioso entro a este lugar pidiendo asilo, no es así? Le pediré por favor que me lo entregue ya que debe pagar por sus crímenes.

*Abriendo sus ojos lentamente el rojo carmesi desprendió un brillo casi animal y sagaz, en aquella penumbra era como si un peligroso predador esperara para cazar a su presa*
R1581860 · M
—Flecte quod est rigidum, fove quod est frigidum, rege quod est devium.

Una voz grave se escuchó desde las sombras, respondiendo en un latín perfecto las palabras de aquella visitante desconocida. El rumor de sus pasos, magnificado por el silencio de la noche y la soledad del recinto, se dejó oír con mayor cercanía, lentamente; hasta que el primer rayo de luna colándose por el tragaluz acarició su silueta, revelando al varón enfundado en vestimentas eclesiásticas.

Recibir a alguien a tales horas de la noche sería toda una sorpresa para él; pero el olor a sangre, desprovisto de toda esencia impía, logró llamar su atención, moviéndolo a hacer acto de presencia, si bien con precaución; pues ocultas bajo la sotana llevaba distintas armas, aunque no hizo amago de alcanzarlas por el momento. —Bienvenida, hija mía. ¿Cómo puedo ayudarte? —Dijo con toda tranquilidad, avanzando hasta colocarse en la mitad del pasillo, frente al púlpito; donde aquella mujer pudiera verlo con claridad.
yB1582253 · F
*Unos pasos solitarios se podían escuchar en el adoquín bien pulido de una iglesia que se encontraba en algún lugar de un poblado no muy lejos de las afueras de Ostania, uno a uno el taconeo anunciaba que alguien había ingresado al recinto sacro, la luna adornaba el cielo de plata y reflejaba ese mismo destello hacia adentro del atrio difuminando una sombra femenina en el piso que en cada mano llevaba lo que parecían unas dagas, avanzando por la nave central unos ojos carmín se fijaron en el altar y un susurro se escuchó con eco acompañando los pasos* "Lava quod est sordidum, riga quod est aridum, sana quod est saucium" Perdóneme padre...*deteniendose hablo al aire pues aún no había visto a alguien presente, pero sabía y había escuchado de el guardian de aquel lugar*

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