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R1581860 · M
—Flecte quod est rigidum, fove quod est frigidum, rege quod est devium.

Una voz grave se escuchó desde las sombras, respondiendo en un latín perfecto las palabras de aquella visitante desconocida. El rumor de sus pasos, magnificado por el silencio de la noche y la soledad del recinto, se dejó oír con mayor cercanía, lentamente; hasta que el primer rayo de luna colándose por el tragaluz acarició su silueta, revelando al varón enfundado en vestimentas eclesiásticas.

Recibir a alguien a tales horas de la noche sería toda una sorpresa para él; pero el olor a sangre, desprovisto de toda esencia impía, logró llamar su atención, moviéndolo a hacer acto de presencia, si bien con precaución; pues ocultas bajo la sotana llevaba distintas armas, aunque no hizo amago de alcanzarlas por el momento. —Bienvenida, hija mía. ¿Cómo puedo ayudarte? —Dijo con toda tranquilidad, avanzando hasta colocarse en la mitad del pasillo, frente al púlpito; donde aquella mujer pudiera verlo con claridad.
 
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