+ la vista, parecían distraídos-

Mira, mira! Ese es el que me invitó!

-subió la voz para ser oída a pesar de lo alto de la música y después se fijó en ella antes de hacer algún movimiento-

Quieres que vayamos de una vez donde el?

Ya, ya...lo siento, no quería hacerte enojar.

-respondió al notar lo irritada que estaba, tomó su vaso otra vez y luego elevó una ceja algo confusa al ver la forma en la que bostezaba, era muy temprano aún para que ya tuviera sueño, o al menos eso pensaba.-

Espera... Más despacio..

-dijo luego de escuchar todo lo que estaba diciendo primero, de verdad era caos y ya había música alta en el lugar, hasta el momento no había visto a ningún asiático y nisiquiera sabía que era un keli , pero a pesar de todo entendía la situación de la chica, era molesto no poder tener algo de paz en su propia casa. asintió repetidas veces y dejó que su compañera le guiara en busca de quién le había invitado a la fiesta-

Y... De donde eres ? No reconozco ese acento.

-trató de hacerle conversación un momento para que se distrajera pues parecía haberse estresado mucho. Bebió nuevamente de su vaso y en eso señaló a un chico alto en una esquina, estaba hablando con otra mujer bastante atractiva a

Los voy a matar con mis propias manos.— le escapó una entonación medio melodramática, fruto de su cansancio y la necesidad de descansar sin tener problemas de otros, y el acento serbio que solía reprimir para evitar las malas caras.

En aquel instante no le importaba porque la chica era... Bueno, pensamientos suyos en los que ve a toda persona que le hable correctamente atractiva, fuera hombre o mujer. Sin embargo, lo importante era hacer algo. Rebeka agarró a Sam de la mano que tuviera libre, apretando, para empezar a dar vueltas dentro de una casa que tenía más personas que espacio en sí.

—¿Eh? — su cara se tornó completamente cómica: los ojos como platos y boquiabierta.— ¡Aquí no hay drogas, ni de coña! — no levantó la voz, mas se notaba el tono un tanto irritado.

Cansada, bostezó con enfado (por lo escuchado anteriormente). Hasta ojeó del vaso y procedió a dárselo con una velocidad casi del milisegundo, quizá viendo que ella no se involucraba en esas cosas.

—Es que... Esto es caótico. Hay mucha gente. Si encontrara a mis compañeros, es que... Es que los mato. Yo no quiero problemas con la justicia americana.— negó con la cabeza.— tengo mil problemas para pagar el agua, la electricidad, las velas según el fetichista asiático que viste por ahí y que te haya invitado seguramente, porque ese invitaatodaslastiasquelesaludandosvecesyyaselasquierellevaralacama, estando en el mismo cuarto que YO DURMIENDO y tengo parciales. O sea, sí, ¿me entiendes? ¿Crees que estoy para que cuelen drogas en mi keli? Por favor, ayúdame a buscar al culpable o a los culpables.

-pacientemente había esperado a que el otro chico se retirara y quedar " a solas" con la chica, si es que se podía decir ya que todo el lugar estaba invadido por gente desconocida para ambas, al parecer.
Sam le dejó tomar del vaso y con la mano libre, peinó su cabello azulado hacia atrás, una pequeña costumbre que tenía.
Posó sus negros ojos en ella y le escuchó con atención, asistiendo lentamente a sus palabras, aunque mantenía una sonrisa divertida en el rostro-

Claro que no voy a ensuciar, solo vine porque escuché que alguien iba a traer... Mmm, polvo de hadas? Algo para pasarla bien.

-y si hacerce pasar por una consumidora de drogas era lo que tenía que hacer, no tenía reparos, pues era parte de su trabajo-

De causalidad sabes quién lo trae ? O...donde lo Compran? Del bueno, claro! Nada de cosas de mala de calidad.

Otis, el compañero que vino a darle las ¿malas? noticias, estaba dándole palmaditas en la espalda y le parecía susurrar cosas que difícilmente podían escucharse; no obstante, era fácil llevarse una idea si la cara de la muchacha expresaba una completa impotencia, frustrada, por no poder hacer nada. Cuando se fue su amigo, resopló con un fuerte despecho.

—¿Oh? — no esperó la repentina aparición de una de los ''invitados''.

Miró a la chica de pies a cabeza. Quedó pensativa al observarla.

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(Qué linda, es muy alta..)

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Tenía la cabeza en otro mundo. Se fijaba en su ropa, los ojos, aquella melena azul y cómo de cuidada la tenía (o así opinaba).

—Yawn...— bostezó con cierto nerviosismo.— verás, vivo aquí. No quiero fiestas porque me lo ensucian todo.— tomó el vaso con agilidad y le bebió un tanto.— no me gusta limpiar, pero confío en que tú no ensuciarás... ¿Verdad?

- inocente de todo pensamiento que podría tener la chica que vivía en la casa, Sam se había ido con los chicos a la fiesta mencionada, tal vez era mayor a la mayoría de los que estaban allí pero eso no era relevante pues solo estaba de agente encubierto en una de sus misiones.
Entró entre la multitud de gente y miró a sus alrededores, buscando algo sospechoso entre los invitados aunque tratando de ser discreta, uno de los chicos le había pasado con lo que parecía alcohol y después de asegurarse de que solo era eso, dió un pequeño Trago, empezando a caminar hacia la chica que parecía estar entrando en un ataque de pánico, Rebeka. Le ofreció de vaso con una pequeña sonrisa en el rostro en lo que la saludaba-

Ey... No te ves muy feliz por la fiesta, vives acá ?

La irrupción de su compañero hizo que fuera corriendo para el salón, la parte más (relativamente) grande del piso. Había por lo menos, quitando a los otros tres que vivían ahí, diez personas y seguían entrando. No podía creerse lo que estaba viendo: en lugar de gente, veía lo que habría en unas diez horas, basura, botellas, comida derrochada... La ansiedad había culminado en tan solo un instante.

¿Pero cuántos desconocidos estaban tan tranquilos en su sofá, tocando la televisión o husmeando en el frigorífico como si nada? ¿Quién era quién? ¿Qué iba a hacer para que no le dé un ataque, que no sea irse a dormir (que siquiera podía porque harían ruido)?

De hecho, esto llevó a la siguiente situación:

Había tenido una acalorada discusión con uno de sus compañeros, Otis, debido a que querían hacer una fiesta en el apartamento. Todo acabó en teoría con cancelarlo puesto que Rebeka no tenía cabeza ni para limpiar ni para lidiar con gente desconocida en su casa.

Días más tarde, el ocho de diciembre en concreto, la chica estaba en su cuarto ordenando todos los apuntes de psicología, de las diferentes asignaturas, mientras ojeaba algunos apartados del DSM-V para ir subrayando según qué entraría en los parciales. Sus ojos fueron hacia la parte de..

—Rebeka, mira, que venimos de un cumpleaños y hemos traído a mucha gente. La mitad ni los conocemos pero sabemos que son de confianza, no te molestará, ¿verdad?

—¿¿Qué??

Posiblemente a la hora de elegir el sitio en el que estudiar, pese a que varios proyectos Erasmus y dinero (de procedencia desconocida) pudieran ayudarla a ampliar sus opciones, fuera bastante gilipollas; no tuvo la cabeza suficiente como para considerar el dinero que suponía la comida, lugares de ocio, pisos que alquilar (no pudo irse al Campus como en las películas americanas que veía).

Para reducir su gasto lo mayor posible, Rebeka empezó con coger un apartamento entre tres estudiantes (algo) adinerados y que le pillara relativamente cerca de la universidad. Aquellos compañeros de piso fueron sus primeros amigos en tierra neoyorquina, puesto que le costaba bastante pillar confianza; podía sorprender puesto que eran americanos que iban de fiesta a niveles que, en ojos de una europea de clase humilde, parecía una locura.