Un rayo dorado ilumina el firmamento, desciende desde lo alto y cae impactando con su poder en el centro de aquella pirámide. Al desvanecerse aquella luz, solo queda en el sitio un cúmulo de pequeñas luces doradas que comienzan a unirse hasta materializar el cuerpo femenino de una bella mujer de cabellos dorados.
Una sonrisa ladina se dibuja en su rostro. Está de vuelta.
la emoción se hizo presente en su rostro y en su voz, en cuanto la percibió salió corriendo y no le importó que le estuvieran cortando el paso, de un salto se colocó frente a los guardias y recibió con un efusivo abrazo a a diosa recién llegada.
—¡Bienvenida! Esta hermana mayor se alegra mucho de verte. Ustedes, no sean tan estrictos, ella es nuestra invitada.
Aquellos sorprendidos solo disimulados un gruñido y se apartaron para dejarlas pasar, entonces Quetzalcóatl lleva a la pequeña diosa del inframundo al interior de su templo.
—Ahora puedes conocer mis tierras, son muy coloridas y vistosas ¡Ahhh en serio quiero llevarte a recorrerlas! Pero me temo que tenemos una misión que cumplir de inicio.
Su tono sonaba decepcionado pero su rostro traía una sonrisa maliciosa, llena de emoción.
—Haremos una visita a una pariente lejana tuya, la señora de las calaveras.
