— Reconocería ese… hedor a mueble viejo inglés a kilómetros de distancia. —arrojó aquél insulto, sacando la lengua de forma grotesca. Su rostro yacía velado por una capucha oscura, como el holgado atuendo que vestía. Parecía un monje de las sombras, un dador de maldad o algo por el estilo. Sin embargo, el caballero en respuesta le frunció el entrecejo con más notoriedad; su silencio continuó, pues lo suyo nunca fue el derrochar el uso de palabras en mentes insidiosas, para eso tenía una espada — … —los ojos del Rey, sembraron su fijación en un reluciente crucifijo que colgaba del cuello de aquél enigmático ser, cuya vileza se le percibía a leguas. Como era de esperarse, la muchedumbre pasó de ellos, todos ensimismados en sus propias preocupaciones como para enterarse de algo. Vehículos de toda clase, pasaban frente a sus ojos, más no le perdería de vista. La incertidumbre y la tirantez se apoderaron de la situación, hasta que [...]