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Los acontecimientos recientes habían hecho mucho más que decepcionarla; la habían quebrado por completo. Y al quebrarse, todo lo que había estado guardando por dentro durante años; todos sus miedos, sus inseguridades y sus heridas emocionales habían salido, tratando de formar un nuevo escudo en ella: uno más duro y grueso basado en ira, ambición y odio.

Ahora estaba en camino a ser la reina del crimen, justo como se lo había propuesto. Había decidido que todo en el mundo le pertenecía, siempre y cuando pudiera alcanzarlo y tomarlo, como tomaba sus pendientes cada mañana. Tenía a varios de los más temidos criminales bajo su mando, tenía un Pent-House nuevo y digno de ella -hasta encontrar uno mejor-. Y aún cuando tenía todo aquello y estaba en camino a conseguir más... allí estaba. En el techo de un edificio, cual gato callejero sobre un tejado... Pensando.

Un rugido interno dio impulso a que echara a correr todo el tejado, y de allí saltara al próximo, y de allí al próximo. Iba ahora directo al museo metropolitano, o a su joyería favorita del centro de la ciudad... o a cualquier lado donde pudiera robar algo importante y darse un obsequio que aplacara la furia dentro de ella. Pero apenas puso un pie en el siguiente edificio, el cuerpo frente a ella hizo que se detuviera el tiempo.

Su corazón pareció dar un vuelco, miles de recuerdos y sentimientos recientemente enterrados quisieron florecer, pero tan pronto como los sintió arder en su interior, su visión se tornó roja y sus garras sobresalieron de sus guantes. —¡NGAAAAAAAAAHHHH! —Aquél ataque fue completamente instintivo, descontrolado, tan solo un movimiento rápido de una de sus manos hacia el cuerpo ajeno, dirigido a su rostro, o a su cuello, o a su pecho, lo que atinara primero a desgarrar.