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Ol1563932 · F
Dos cosas fueron las que más sorprendieron a todos: la primera fue el hecho de que al fin podían observar el rostro de la pelirroja que constantemente estaba oculto por la cortina de su melena y, en efecto, no estaba enferma, ni leprosa y mucho menos era fea, rebosaba la hermosura de quien va convirtiéndose en mujer y aún conserva la ternura en sus rasgos de una niña; la segunda fue que hasta ese momento nadie había dicho nada sobre los fallos estrepitosos del bravucón, como al inicio, algunos incluso lo habían olvidado. Pero era cierto, él no era bueno en nada. Y los murmullos empezaron.
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