—La edad es sólo un número—. Aseveró antes de comerse la última porción—. ¿Adictivo? ¿Quién no podría volverse adicto con esta comida?—O quizá era sólo él a quien le faltaba conocer un poco más de Midorijima, que no era nada parecida a lo que era Alemania.
Le siguió los pasos a Aoba hasta llegar al local, y cuando le entregaron el pedido, se ofreció a cargarlos por él. ¿Y cómo no? Era él quien estaba más interesado. Esperaba que por lo menos duraran un día más.