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—Tenías razón, existen cosas muy buenas además de la pasta y la pizza. ¿Cómo dices que se llama esto?—Cuestionó antes de tratar de tragarse el bocado.
 
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Noiz1549823 · 26-30, M
La edad es sólo un número—. Aseveró antes de comerse la última porción—. ¿Adictivo? ¿Quién no podría volverse adicto con esta comida?—O quizá era sólo él a quien le faltaba conocer un poco más de Midorijima, que no era nada parecida a lo que era Alemania.

Le siguió los pasos a Aoba hasta llegar al local, y cuando le entregaron el pedido, se ofreció a cargarlos por él. ¿Y cómo no? Era él quien estaba más interesado. Esperaba que por lo menos duraran un día más.
Largo un pequeño suspiro, eventualmente mirando de lado al rubio.
Sin embargo, sus ojos se ampliaron al ser consciente de lo dicho por el contrario. ¿Diecinueve? ¿Hablaba en serio?

N-no creí que fueras tan joven ... — Adquirió con sinceridad, para luego volver la mirada hacia la bandeja casi vacía que tenía en manos— Uhm, al parecer alguien acaba de descubrir el adictivo mundo de los takoyakis — Sonrio con picardía antes de acercarse a una de las tiendas y pedir dos raciones más.

Noiz1549823 · 26-30, M
¡Delicioso! Y pensar que no había probado otro tipo de comida. Seguro habría muchas más cosas cosas por probar, y no sólo en Midorijima.
Después de pasar el bocado, volvió a erguir su cuerpo y emitió una risa disimulada.
—Tengo diecinueve, Aoba. Pero comer no es lo único que sé hacer—bromeó—. Por cierto, ¿estaría bien si llevamos algunas cajas más de takoyakis?
Antes de responder a la interrogante, el peliazul sintió como su mano fue sostenida por la del rubio y llevada hacia él.

¿E-eh? — Aquella bola de takoyaki que estaba a punto de llevarse a la boca había desaparecido, en los labios del contrario.


Hey ... ¿Eres un niño o algo asi? ¿Cuantos años tienes? — Adquirió frunciendo ligeramente el entrecejo por la actitud del rubio.
Noiz1549823 · 26-30, M
Claro, es en serio... Hasta ahora había sobrevivido sólo con... bueno, ya lo sabes...—Mencionó mirando de soslayo lo que Aoba mantenía entre sus manos—. Entonces, ¿puedo probarlo?—Y una vez más, sin esperar una réplica por parte del peliazul, se abalanzó sobre aquello que mantenía sobre sus manos.
Egstog egsta bagstagnte buegnog—alcanzó a decir con la boca llena.
Mientras sostenía aquel bocadillo en sus manos, el peliazul parpadeo un par de veces sin poder crees que el rubio estuviera ajeno al nombre de ese tipo de comida tan conocida por todos.


¿Es enserio? — Cuestionó en un murmuro mirando con cierta curiosidad al contrario. — Uh ... Se llama Takoyaki, son pequeñas croquetas de pulpo.

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