Maniobró el control de mando de izquierda a derecha, esquivando cada obstáculo que se mostraba frente a su «Black Cadillac 1960». Había logrado rebasar a Aoba por escasos metros.
—Morderás el polvo—dijo con una divertida sonrisa esquinada.
Sus párpados se abrieron de a poco cuando escuchó los vítores que se alzaron cuando hubieron cruzado la meta. ¿Había sido un empate? Aquello lo había sorprendido. Sin embargo, había sido algo bueno, ¿no?
Se levantó del colchón para estirar sus extremidades y desperezarse. De pronto, una idea vino a su mente:
—Oe, Aoba, algo se me ha ocurrido. Ya que esto ha sido inesperado y... algo confuso. ¿Qué te parece si mantenemos la apuesta?—Dijo haciendo una pausa para mantener el suspenso—. Es decir, ya que no hubo un ganador: yo haré lo que tú me digas y, tú harás lo que yo te diga. ¿No es más divertido así?—Decía mientras una sonrisa curvaba las comisuras de sus labios.
Se acercó a él, lo tomó por los hombros y le miró a los ojos.
