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—Huele a podrido.
 
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Nikto · M
Sus gruesos y rasposos dedos, curtidos por los callos de su vida, hacían un contraste notable al compararse con la piel ajena, tan pálida, tan suave, tan helada. Le tocaba apenas, como si estuviese ella hecha de porcelana, mas no era temor a romperle... era como si dijera, con su mirada, que no era el lugar ni el momento.

—Déjame verlos. Es todo lo que pido, a cambio de flores. En el lugar que tú decidas.
 
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