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Nikto · M
Sus gruesos y rasposos dedos, curtidos por los callos de su vida, hacían un contraste notable al compararse con la piel ajena, tan pálida, tan suave, tan helada. Le tocaba apenas, como si estuviese ella hecha de porcelana, mas no era temor a romperle... era como si dijera, con su mirada, que no era el lugar ni el momento.
—Déjame verlos. Es todo lo que pido, a cambio de flores. En el lugar que tú decidas.
—Déjame verlos. Es todo lo que pido, a cambio de flores. En el lugar que tú decidas.
Nikto · M
—¿Dos corazones? ¿Puedo verlos? —su interés era vívido en su rostro, mayor aún fue cuando vio la sangre escapar por tabique nasal de la doctora. —Puedo darte más flores a cambio. He hecho germinar algunas cuantas.
Nikto · M
—No conozco mucho de flores, a decir verdad, me sorprende que este pequeño experimento salieta tan bien —extendió su brazo, con la intención de entregarle la flor, que ella la conservase. —¿Problemas con tu nariz?
Nikto · M
—Adelante —acercó la flor, sujetando el tallo, al rostro de la doctora. —La hice yo mismo, es una cruza de clavel con venus. Emite un olor putrefacto que atrae moscas y muere a las dos semanas de florecer. ¿No es bonita?
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