26-30, M
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User1575075 · 31-35, F
Una guerrera herrante
¿Cuánto tiempo había pasado ya recorriendo los caminos del mundo? Había paz; era sensación constante de que sus servicios eran muy vagamente necesitados. Pero seguía buscando la manera de ayudar, recorrió una y otra ciudad, en una misión por hacer para lo que existía en el mundo. Los hilos del destino pendían ahora de gobiernos, gente con poder que solo buscaba más de lo mismo; poder.
Dejaron de pelear con trolls de montaña para pelear entre ellos mismos, dejaron de pelear entre ellos mismos para unirse e imponerse sobre otros más débiles. Las injusticias empezaron atrapando a la gente diferente. Eso hacia a Lilly una candidata excelente para ser capturada. Justo estaba en esa ciudad cuando ocurrió, llevaba sus orejitas y cola ocultas con magia, el problema fue cuando vio que llevaban a un hada encadenada. La pobre criatura estaba siendo torturada por esos hombres que se decían de fé.
— ¡Cállate, mosca brillante! Los seres como tú no tienen derecho.
Rieron, rieron como si fuese justo su manera de tratarla. Lilly pudo haberse ido de paso, pudo ignorarles y ya, pero no. Su espíritu de ayuda al prójimo le jugaba mal. Zeus no le regaló una reencarnación para que ella dejara que los seres que los dioses crearon sufrieran por los mismos humanos. Sacó la lanza, la lanza o su armadura, inmediatamente mostraban su detalles, la cola emergió, imponente, rubia como su cabellera y larga.
— Cállate tú, pedazo de imbécil.
Respondió Lilly con su voz dulzona. Lanzando el arma con fuerza suficiente para atravesar el brazo del hombre que sostenía las cadenas del hada. Esta última huyó en un chillido de dolor y del mismo susto. ¿Podía vencer a esos cinco hombres? Sí. ¿Iba a hacerlo? No. Había más de diez personas que no tenían nada que ver ahí, resguardandose de una posible pelea. Así que fue encadenada y pasada como si fuera una vergüenza ser un pegaso. Llevaba un par de horas caminando, con pesadas cadenas. El hombre al que hirió llevaba su lanza mágica como si se tratara de un juguete, incluso la usó para herir a Lilly mientras avanzaba. Un hilillo de sangre salía del hueco que le hizo sobre la pierna, estaba caminando con dificultad. Le dolía el honor, le dolía la fe que le tuvo a la humanidad y la jodida pierna. Por un segundo cruzó su mirada ambarina con algún espectador de la caminata.
¿Cuánto tiempo había pasado ya recorriendo los caminos del mundo? Había paz; era sensación constante de que sus servicios eran muy vagamente necesitados. Pero seguía buscando la manera de ayudar, recorrió una y otra ciudad, en una misión por hacer para lo que existía en el mundo. Los hilos del destino pendían ahora de gobiernos, gente con poder que solo buscaba más de lo mismo; poder.
Dejaron de pelear con trolls de montaña para pelear entre ellos mismos, dejaron de pelear entre ellos mismos para unirse e imponerse sobre otros más débiles. Las injusticias empezaron atrapando a la gente diferente. Eso hacia a Lilly una candidata excelente para ser capturada. Justo estaba en esa ciudad cuando ocurrió, llevaba sus orejitas y cola ocultas con magia, el problema fue cuando vio que llevaban a un hada encadenada. La pobre criatura estaba siendo torturada por esos hombres que se decían de fé.
— ¡Cállate, mosca brillante! Los seres como tú no tienen derecho.
Rieron, rieron como si fuese justo su manera de tratarla. Lilly pudo haberse ido de paso, pudo ignorarles y ya, pero no. Su espíritu de ayuda al prójimo le jugaba mal. Zeus no le regaló una reencarnación para que ella dejara que los seres que los dioses crearon sufrieran por los mismos humanos. Sacó la lanza, la lanza o su armadura, inmediatamente mostraban su detalles, la cola emergió, imponente, rubia como su cabellera y larga.
— Cállate tú, pedazo de imbécil.
Respondió Lilly con su voz dulzona. Lanzando el arma con fuerza suficiente para atravesar el brazo del hombre que sostenía las cadenas del hada. Esta última huyó en un chillido de dolor y del mismo susto. ¿Podía vencer a esos cinco hombres? Sí. ¿Iba a hacerlo? No. Había más de diez personas que no tenían nada que ver ahí, resguardandose de una posible pelea. Así que fue encadenada y pasada como si fuera una vergüenza ser un pegaso. Llevaba un par de horas caminando, con pesadas cadenas. El hombre al que hirió llevaba su lanza mágica como si se tratara de un juguete, incluso la usó para herir a Lilly mientras avanzaba. Un hilillo de sangre salía del hueco que le hizo sobre la pierna, estaba caminando con dificultad. Le dolía el honor, le dolía la fe que le tuvo a la humanidad y la jodida pierna. Por un segundo cruzó su mirada ambarina con algún espectador de la caminata.