—Las palabras de a John resonaban en su cabeza como una indulgencia de la que jamás había sido acreedora, y la cercanía de su rostro al de ella la hacía sentir como si estuvieran piel con piel. Cerró su mano contra la de John, y una tranquilidad inexorable la envolvió, casi tanto como la primera de que no la dañaría físicamente.— Jamás te lastimaría. —musitó, y se recargó en el cuenco entre el cuello y el hombro del pelinegro, permitiéndose descansar, por primera vez en no sabía cuanto.—
Mhm. -Se acercó más, casi al límite del tacto entre sus mejillas. Él estaba mirando hacia la nada que había detrás.- No te golpearé. -Esta vez fue específico, como si pudiera un demonio prometer evitar el pecado. La realidad es que no sabe lo que le deparará el futuro.- Así que tampoco me golpees. -Cerró la mano poco a poco sobre la de ella, envolviéndola en esa asperesa tan característica de su piel. También cerró los ojos, respiró profundamente. Sabe que se arrepentirá.-
—La risa de John la hizo parpadear, quizá incluso la sobresaltó, y sus dedos temblaron cuando sintieron los de él entrelazarse cálidos y siempre invasivos. El prospecto de la cercanía del pelinegro aún la congelaba, como si su cuerpo no supiera más qué hacer que convertirse en estatua. El susurro la hizo cerrar los ojos; algo en esa voz rasposa la hacía querer apagar todos sus demás sentidos para disfrutar más de sus palabras, cualesquiera que estas fueran.— ¿Golpearme?
Ja. -Se encoge de hombros por un momento, luego vuelve a tomar su mano, esta vez buscando enlazar sus dedos con los de ella. Tal vez lo comprendía, o tal vez le daba esperanza pensar que pudiera haber una persona incapaz de la violencia.- Supongo que estás bien así. -Relajó la mirada del todo, se acercó a ella para poder susurrar.- Yo tampoco lo haré. -Sería un pobre iluso por creer en eso.-
—Estaba acostumbrada ser manipulada, a veces sentía que su cuerpo no era suyo. Su mano se movió por voluntad ajena, pero cuando quedó suspendida en el aire, extrañó ser un títere; era más sencillo que encontrar voluntad. Entonces parpadeó, con la vista fija en John.— Impulso.— repitió, como si fuera un mantra, o eso había escuchado de unos hippies un día en un festival en un parque. Miró su propia mano que orbitaba la mejilla de John.— Impulso. —repitió, pero su mano no se movió.—
-Su ceño se relajó un poco, sus ojos buscaron en ella una pizca de esa malicia que tanto adora ver en las personas. Luego su mirada bajó, como si fuera él quien se siente pesado.- Mira. -Buscó la mano ajena para tratar de ponerla contra su rostro. Mismo momento en que volvió a ver los ojos ajenos- Una bofetada, sólo toma impulso. -Y soltó su mano.-
—Su rostro estaba inerte, como habitualmente, ni siquiera cuando lo tuvo al frente parpadeó; la única señal de vida en ese rostro pálido era que sus ojos hesitaban entre los de John.— No sé golpear. —y no mentía, jamás había golpeado a alguien, ni siquiera por accidente; sus movimientos eran tan lánguidos que no podría, quizá.—
-Observaba con un rostro obstinado y agresivo. Poco a poco apartó su mano de ella, previo a inclinarse hasta estar a su misma altura. Entonces susurró.- Golpéame.
—Levantó la mirada, pero fue por la pregunta, aunque su cuerpo se contrajo instintivamente, y parecía más diminuta que nunca bajo el peso de John.— No.
