— Woah... tranquila fiera. — movió sus manos negándose inmediatamente a sus métodos, respiro profundamente y guardo silencio hasta que el mesero se retiró tras dejar sus cervezas. — Lillia no tendría el estómago para hacer esa clase de cosas. ¿Podemos ni hablar de ella y enfocarnos en otros temas? — se recargó subiendo los pies a la mesa, inclinando su silla lo suficiente para apoyarla en las dos patas traseras. — Dijiste que venías a advertirme, no que te quedarías a invadir mi vida personal.

—¿Quién es ella? Es una maldita desconocida, Naqi'a. Y tú demasiado confiada... no podemos confiarnos después de lo que sucedió.— Fue una excusa, en realidad ver a alguien tan cerca de su hermana le causaba ganas de matar algo. —Soy tu hermana. Y si tengo que atarte de manos y pies para protegerte lo voy a hacer.

Al igual que Kiara ordenó una cerveza, volvió su atención a su hermana después de eso y suspiró pesadamente. — Kiara, Kiarita...mi adorada hermana menor se encuentra preocupada por mi. — Meneó su cola de un lado a otro. — ¿Tendría algo de malo? — Y precisamente por esa razón y otras más, había abandonado a la manada. — No eres nadie para controlar eso, no entiendo porque estás molesta.

—No se necesita ser demasiado perceptivo. Eres un libro abierto.— Por alguna razón que ni siquiera ella era capaz de entender, se sentía muy, muy enfadada. —No lo sé, ¿Es eso lo que tienes que decir?— Hizo una pausa en su discusión para pedir una cerveza a un mesero que se notaba quizás contrariado de atender cambiaformas que no se preocupaban por ocultar sus rasgos animales.

Dejó escapar una risa corta antes de bajar su mano, con la cual había peinado un rebelde mechón del cabello de su hermana. — No me vas visto en años y ahora resulta que notas los cambios de humor. — Sonrió y se recargó en su asiento, levantó su mano llamando la atención de algún trabajador del bar. — ¿Que es lo que quieres saber, Kiara?, ¿Que quizás estoy saliendo con alguien?.

—Últimamente luces más feliz, hermana. ¿Hay algo que necesite saber?— Cruza los brazos, arqueando una de sus cejas luego de sentarse en la mesa de aquel bar de mala muerte en el que habían quedado.