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—Estaba en su pequeño mundito cuando sintió las manos de el alzar su rostro desde las mejillas, sorprendiéndose por el beso que no esperaba pero que tampoco hizo mucho esfuerzo en no corresponder. Cuando se separaron sentía el rostro arder y las mejillas las infló lo más posible antes de poder hablar.— ¡No, no! No se vale, estás haciendo trampa, malvadito. ¡Eres un malvadito porque me besaste y no pude completar mi castigo! —Refunfuñó como solía hacer cuando estaba en desacuerdo con algo. Al final se acomodó sobre él para llenarle el rostro con besitos.— ¡La ardillita te comerá! Ese será tu castigo.
 
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