— Heh...no será así. — Sonrió de medio labio, el comentario de Mostima claramente le había puesto nerviosa, no entendía como es que podía decirlo sin ninguna pena y con tanta calma. Respiró profundo y llevo una mano a su mentón, lo mejor era pensar en la misión como distracción. — Eeentonces ~ — Sus mejillas fueron atrapadas antes de que pudiera agregar algo más y dejó escapar una risa divertida. — Dormiré en el tejado de un edificio esperando a que la acción inicie. ¡Suena genial! — La forma en lo que decía podía sonar chistosa ya que sus mejillas estaban siendo presionadas.
—Preferiría que no vistieras nada.— Rió suavemente, como si hubiese dicho algo muy adorable y romántico aunque había sido otro de sus comentarios imprudentes. Llevó ambas manos a acunar el rostro de la Sankta y presionó ligeramente sus mejillas. —No será necesario. En realidad necesito un francotirador. Si las cosas se ponen difíciles sabrás que hacer. Luego podremos ir a cenar hamburguesas.— Darle el gusto de acompañarla y mantenerla fuera de la línea directa de fuego, Mostima sentía que estaba matando dos pájaros de un tiro.
Se apartó un poco solamente para poder ver a los ojos a la mayor, sonrió ampliamente, sus ojos prácticamente se habían iluminado. — Siiii! — Era la primera vez que Mostima le pedía algo así y sin duda fue equivalente a algo maravilloso para la sankta. Besó su mentón y se separó para rápidamente. — ¿Entonces también debo vestir elegante?...—
La rodeó, dando un profundo respiro. Olía a pay de manzana, seguramente tenía alguno guardado en su ropa. Exusiai era adorablemente infantil. —Gracias. Iré a entregar un encargo que el jefe envía directamente. Debía vestir elegante, pero podría necesitar a alguien que me cuide la espalda.— Nunca le pedía acompañara a sus misiones, pero no consideró peligrosa esa simple encomienda que había llegado a sus manos ya que el resto del equipo se encontraba en Rhodes.
No opuso resistencia, al contrario extendió sus brazos, se abrazó a ella y tras ese gesto en su frente apoyo su cabeza contra su pecho y cerró sus ojos. — Te queda muy bien...
Hizo un puchero inflando sus mejillas. Ella siempre sabía cómo dejarla callada, no era justo! No podía nunca molestarla. — Jamás te daría ese gusto. — y se cruzó de brazos, en un berrinche infantil por haber perdido ante Mostima, de nuevo.
