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*Cuan melodía se esconde en su mente, prosiguió con ésa sutil sonrisa propia de un demente, sustrayendo la sangre del cuerpo de su víctima, olfateando la frescura de la sangre que emerge de aquella blanca piel y se desliza a lo largo de las aguas que incrustó en cada zona especial del cuerpo.- Es obvio. -Respondió malévolo e infantil, esbozando una tierna sonrisa que muestra esos mortíferos colmillos entre la pálida comisura de sus labios.-

*La sangre que había estado degustando en su perversa imaginación fué servida en un par de copas con mayor agilidad similar al de un cirujano. Llenó hasta el tope cada recipiente cristalino y le entregó una al rubio vampiro que le acompaña.-- ¡Vamos, vamos! Brindemos por otro día más de muerte, la sangre es la vida y la locura es parte de todo ser que ama a los hijos de la noche. -Reiría como un psicópata, burlándose del trágico final de aquella pobre chica a la que le iba drenando la vida paulatinamente sin un gesto de misericordia o humanidad ¡Oh, no, claro que no! Aquello no existe en la naturaleza de los vampiros. Así que simplemente, el adolescente pelilaceo bebió degustando ese sabor que motiva a seguir matando por toda la eternidad.- - Delicioso. ¿Verdad? -Relamió sus labios con sutileza, fijando ambos orbes en su acompañante dejando el cuerpo en ésa posición realmente embarazosa.- Ahora es cuando que debo comenzar con mi obra maestra, y usted, es el invitado de honor.