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VasylStrashko · 31-35, M
[Por supuesto. Lamento si en un inicio le resulta algo "abstracto" y estaré en total disposición de responder alguna duda si la hubiera.]
Se prohibió volver a ese lugar, y sin embargo, allí se encontraba. Tras su última visita, concluyó que era contraproducente para lo que se suponía debía ser el avance de su vida, continuar aferrado a aquel lugar y a todo lo que alguna vez albergó, empero, a pesar de tales decisiones, había vuelto y como siempre, las flores reposaban al pie del tronco de aquel árbol que años atrás la había visto fallecer. Se excusó con ella al viento por su falta de valor, y el mismo le caló los huesos más tarde debido al clima típico de aquellos meses de invierno. Creyó que era la respuesta de la fémina desde algún lugar en el basto universo, y a su vez, sonrió ante deprimente idea.
No se quedó mucho tiempo, no era para nada su costumbre, de hecho se había hecho un poco tarde para tomar el último tren que le devolvería a la ciudad, por lo que tuvo que apresurarse entre la arboleda para poder llegar a tiempo. El recorrido le tomó quince minutos menos de lo normal, y tras abordar el tren, una hora de regreso le dio tiempo de meditar y sobrecogerse en el asiento, debido a la baja normal de temperatura con las horas nocturnas acercándose.
Cuando las luces de la ciudad le sacaron de su ensimismamiento, el reloj daba la hora exacta de 7:45 pm. Tan puntual como era costumbre en el sistema ferroviario, abandonó las instalaciones poco antes de las 8 y se detuvo en uno de los pequeños puestos ambulantes, en donde compró un café con la necesidad creciente de mantener sus manos tibias. La brisa removía los cabellos teñidos, al tiempo en que su mirada grisácea se desplazaba por la muchedumbre que abandonaba el lugar, buscando en ellas, una excusa cualquiera para no retornar a esas conocidas “cuatro paredes y un techo” que conformaban su hogar.
Se prohibió volver a ese lugar, y sin embargo, allí se encontraba. Tras su última visita, concluyó que era contraproducente para lo que se suponía debía ser el avance de su vida, continuar aferrado a aquel lugar y a todo lo que alguna vez albergó, empero, a pesar de tales decisiones, había vuelto y como siempre, las flores reposaban al pie del tronco de aquel árbol que años atrás la había visto fallecer. Se excusó con ella al viento por su falta de valor, y el mismo le caló los huesos más tarde debido al clima típico de aquellos meses de invierno. Creyó que era la respuesta de la fémina desde algún lugar en el basto universo, y a su vez, sonrió ante deprimente idea.
No se quedó mucho tiempo, no era para nada su costumbre, de hecho se había hecho un poco tarde para tomar el último tren que le devolvería a la ciudad, por lo que tuvo que apresurarse entre la arboleda para poder llegar a tiempo. El recorrido le tomó quince minutos menos de lo normal, y tras abordar el tren, una hora de regreso le dio tiempo de meditar y sobrecogerse en el asiento, debido a la baja normal de temperatura con las horas nocturnas acercándose.
Cuando las luces de la ciudad le sacaron de su ensimismamiento, el reloj daba la hora exacta de 7:45 pm. Tan puntual como era costumbre en el sistema ferroviario, abandonó las instalaciones poco antes de las 8 y se detuvo en uno de los pequeños puestos ambulantes, en donde compró un café con la necesidad creciente de mantener sus manos tibias. La brisa removía los cabellos teñidos, al tiempo en que su mirada grisácea se desplazaba por la muchedumbre que abandonaba el lugar, buscando en ellas, una excusa cualquiera para no retornar a esas conocidas “cuatro paredes y un techo” que conformaban su hogar.