[...]

—Siglos. Pocos he conocido que han pisado durante siglos la tierra... Yo apenas tengo cinco, y, sin embargo, soy el druida más longevo que existe, no quiero pensar que el único... Solamente entidades malignas he conocido capaces de estar durante tanto tiempo. —Se llevó la mano sobre su pecho, como si tomara algo inexistente. —Es... Increíble. —Confesó, finalmente. —Quiero escuchar, de alguien que ha estado más tiempo que yo... Si es que me lo permites.

Pocas veces solía mostrarse respetuosa frente a otros, solo aquellos que realmente se lo habían ganado a su parecer... Y aquellos que eran más longevos que ella, los cuales escaseaban.

—Mahdi. —Repitió con propiedad.

Ajena completamente a los pensamientos que le atormentaban, se deslizaba alrededor suyo con suma naturalidad, en un paso limpio... Era claro que le causaba mucha curiosidad, una persona que desprendia un aire turbio, pero, al mismo tiempo, ajeno... Y claramente estaba renuente. No lo culpaba, pero no podía evitar tener una sensación extraña en el pecho.

<<Lejos.>>

Se sorprendió un poco por la máscara, pero no de termor o incertidumbre (que era la más predominante y difícil de quitar), sino de una manera más bien infantil. Sus dedos tocaron aquella máscara con delicadeza de porcelana, sin querer dañarla, solo contemplando con detenimiento los dibujos pintados en ella. [...]

máscara de arcilla. Pintada con soluciones naturales para crear pintura. La vieja máscara estaba pintada en ciertas zonas de negro. Una expresión de horror y una lágrima carmesí recorriendo su mejilla en una dualidad dividida por en medio; un lado de la máscara sonreía de manera anormal, la otra lloraba, inspirándose un poco en la interpretación de Momo según los griegos.

—Algún día te contaré a quién pertenece, las historias, gusto de coleccionarlas. Es esa la manera en la que la esencia y vida de alguien tiene sentido; con sus epopeyas.

Una triste negativa, pensó mientras asentía. Pues entonces la compatibilidad en ambos era menor, no podía mostrar sus secretos, como tampoco podía explorar todos los que podía ella ofrecer.
Podía ser lo mejor, en una amarga y decepcionante conclusión. Cuando prestó atención, advirtió como desviaba su mirada, el como evitaba verlo directo a los ojos, entrecerrando la mirada, sospechando. Sí no era capaz de mirarlo fijo, quizá había algo más allí. Algo detrás....
Un terrible escalofrío por su espalda lo hicieron quitar la propia para visualizar el suelo.


—No son muchos los que bajan y vuelven para contarlo. Puedo entender por qué no desciende —Sintiendo el brazo izquierdo arder, y un sutil gesto de incomodidad reflejó su rostro—. No sé como debería ser llamado, pues eso sería aceptar un mote que repudio, más si puedo nombrarme yo; quisiera que me recuerde como Mahdi. Siglos han pasado desde que me han llamado así.

Simultáneo a su revelación de su candys le entregó una máscar

[...] contados. Días que yo ya casi no recuerdo. —Se giró hacia él nuevamente, pero no lo veía directamente. —He caído en cuenta que no se su nombre. Sé que se dice que darle el nombre a una bruja es peligroso... Así que quizá solo seria para que sepas que me refiero a ti.

Hubo una sonrisa tenue en sus labios, mientras entrecerraba los ojos; había bajado lentamente la mano, en un sutil temblor tras haberse visto descubierta en su intento por tocarlo (no iba a hacerlo, pero gustaba de jugar con la incertidumbre que eso conyevaba), enlazando ambas manos propias tras su espalda, mostrando su pecho descubierto en señal de docilidad. Sus ojos le causaban incertidumbre, por eso no era capaz de sostenerle la mirada.

<<Estaban mucho más lejos de lo que ella hubiese imaginado, y, sin embargo, le eran terriblemente familiares, como si en otra vida...>>

—No. —Respondió con claridad, en un tono neutro, practicado. El rostro había cambiado sutilmente de color, sin embargo. —Los terrenos que tú pisas yo no los he cruzado, y creo que sucede también a la inversa. Solo puedo decirte que, lo más cerca que he estado, fue antes de beber el brebaje que la dama del lago me dio a través de sus wiccas. Cuando no era más que una mujer mundana con los días [...]

—Cuando lo hago nunca responde. Se ríe y tan solo desaparece. Su alma es algo única.

Cerró los ojos y tras dar un largo suspiro se volvió hacia la druida, no sabía el por qué de aquella manía; tan cerca que podía tocarlo, más siempre se detenía cuando una escasa distancia los separaba. Directo a los ojos miró a la mujer, y entre su mirada de mil yardas que buscaban algo que pudiera hacerle entender como ella podía oír a Felicidad.

—¿Has bajado? —Cuestionó, y con la mano derecha acomodó la manga del candys para cubrir mejor su brazo izquierdo. Sentía un picor agudo en él.

Le observó de reojo, demasiado intrigada por lo que le decía; terminó de girar en el tronco del árbol solamente para quedar por detrás de él, observandolo fijamente, como si buscara algo más en su presencia. Se le acercó por su misma espalda, como si buscara algo específico en su presencia, incluso extendió la mano, pero no lo tocó, tan solo deslizó los dedos en el mismo aire a escasos centímetros de su cuerpo.

—No. —Se dijo asimisma. Levantó la mirada hacia donde él observaba. —¿No le has... Preguntado? Es decir, es a ti a quien le habla.

—Aún no lo sé; no puedo verlos mientras estoy acá, tan sólo oírlos. Pero esta... Jamás la he visto.

Se volvió hacia el cielo, pues cuando oía a Felicidad provenía del firmamento. A veces la imaginaba como un ser diminuto, pues la naturaleza en ocasiones traviesa le recordaba a un travieso duendecillo.

—¿Que es? —Cuestionó. Sus pasos al acercarse hicieron que ella se apegara al tronco de un árbol y se girara un poco, saliendo parcialmente de su vista. —Puedo escuchar el viento, y el agua a veces me hace favores, pero no les veo como entidades, sino como lo que son.