—De no ser el ofrecimiento diría que me está amenazando. —Clavó entonces sus ojos ámbar en ella, quedando inmóvil, atento en caso de que quisiera hacer algo mientras él no miraba. Mientras la oía, no quitaba sus ojos de encima. Más aquella pregunta le hizo expresar cierta diversión.

—He dejado de temer hace muchos años.

Caminó entonces hasta el borde de aquél peñasco, dedicando una mirada al vacío, y al mismo tiempo el vacío lo miró a él. Entonces descendió. Dejando caer libre su cuerpo hacia la oscuridad que ahí abajo se le presentaba, rápidamente fue engullido en la negrura de las sombras.
Y no hubo sonido, fue un espectral silencio, como sí algo lo hubiese tragado de toda faz de la existencia.

El sonido de una enorme ave rapaz se advirtió del fondo, y de ello vino la figura de una criatura semejante al fénix, escapando de la profundidad del peñasco, domando el cielo con gracia y poder. Su jinete no era más que Mahdi, y él sobre el gran simurg la señaló, cómo sí dijera que