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26-30, M
Científico forense.
About Me Notes
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SW-User
—A diferencia de todos ustedes aquí, me gusta manejarme con mucha más tranquilidad, es algo que he tratado de repetir constantemente, si bien el trabajo de un Santo Dorado te excluye por completo de una vida apacible y normal, por esa misma razón, fuera de perder el poco sentido del humor que muchos de ustedes tienen aquí, deberían fortalecerlo. O es que acaso, ¿ya olvidaste nuestra juventud?, bajo la tutela de Saga y Aioros, ustedes, siendo notablemente menores que nosotros, se deslindaban por completo de sus responsabilidades, y yo no los culpaba, eran unos niños, inmaduros y desesperantes, después de todo. . .Ahora todo eso ha cambiado.


Al notar la sonrisa que había nacido de manera inesperada de los belfos del octavo caballero, Kanon se dispuso a enmarcar el entrecejo, estaba ahí, tras esa temple de orgullo y nata fortaleza, el pequeño dolor de cabeza que él en efecto conocía mejor que nadie, aún estaba latente, esperando a salir. Pese al efímero lapso de tiempo en el cual su mente disipó las inquietudes de su psique, al retomar el punto central de su encuentro, el Leviatan atrapó una gran bocanada de aire, dejándola salir en seguida, acompañado de un deje de estrés notorio, pero quizás, innecesario.
A cuestas de todo lo que aun cargaba sobre su espalda, quizá y sólo quizá, una parte de su atormentado corazón, deseaba más que nada en el mundo, darle la razón a Milo.


—Purificaste mi cuerpo y mi espíritu, me castigaste, pero el fin de tus acciones fueron las de reconocerme como un verdadero caballero, veo que esa mentalidad en ti no ha cambiado, y dudo mucho que lo haga, pues arrepentirte de una elección ya predispuesta, no es algo que hagas con constancia.


Sin más, el mayor dejó caer por completo el peso de su cuerpo contra el primer peldaño que ascendía hasta los interiores de Géminis, su vista implacable, tratando de perderse en el obscuro firmamento, con el fin de encontrarse. . .Nadie lo entendía, pero tampoco esperaba que lo hicieran, pues el camino del segundo al mando, estaba lleno de infortunio, si con ello recompensaría el error de sus infracciones y la sangre inocente derramada por sus actos, con gusto recorrería ese camino de espinas unas 100 vidas más.


—Te convertiste en un hombre muy apreciable pero demasiado insistente y testarudo, Milo. Me alegra que tú tampoco hayas perdido tu esencia.