Se detuvo ante la advertencia y sujeto el bastón, mas no hizo nada, el interruptor de la batalla para la clérigo estaba lejos de ganar soltura, pero si mantuvo la guardia y mas aun cuando escucho una voz masculina desconocida pronunciarse junto a las risas de su sequito, templo los nervios y se mantuvo en el sitio.
Eran cuatro, 3 hombres y una mujer, humanos y de estatura promedio, todos bandidos de las montañas, ropas y armas toscas, como hachas y espadas. Dos delante y dos detrás, el que parecía el líder observo a la sacerdotisa y luego a la cazadora, le hablo directamente a ella y en su rostro nada bueno escondía.
— Saludos señorita, seré claro para evitar tontos problemas, nos vas a entregar a la sacerdotisa que te acompaña y tu seguirás tu camino, si eres obediente, puede que te lleves incluso algunas monedas.
