-Una suave calada de un hombre solitario da la bienvenida a las palabras ajenas, ¿quién era? ¿Por qué le hablaba? No importa, era un desconocido a quién ignorar nada más. Ni una mirada de ese carmesí se hizo digna para el demonio que ladeaba la cabeza en una negación sutil.
El humo tabaquero ardió su garganta a ratos y lo llenó de un placer que sobrepasa cualquier divergencia entre sí mismo con su yo vicioso, la sequedad en la garganta luego de exhalar como chimenea dio apenas un suave suspiro de su grave timbre.
Finalmente carraspeó, la molestia incordiaba incluso al demonio que se preparaba para dar un suave tono en respuesta, uno lleno de una amabilidad tan peculiar.- Piérdete. -Una única palabra que expresa tantas cosas, lo siguió ignorando. Evidentemente uno de los dos debería cansarse e irse de esa calle.-