-El "galán" se mantuvo firme en su cautela, aunque poco entendía a los humanos estaba al tanto del comportamiento errante que podían tener algunos luego de haber trasteado palabras y tratos en acuerdos con pactantes extraordinarios en sus alardes de locura. Pero entonces... ¿era aquella circunstancia una sorpresa? Puede ser, la locura cae sobre los entendidos genera el asombro de algo distinto.
Pero es irritante, aquél ya no puede seguir fumando, el tabaco le sabe a mierda por oír la prepotencia.
La calma aguarda pero la mirada por fin reconoce el encuentro con su ajeno, con el rojo que no se esconde como la sangre en las manos de un asesino y así se expresa su verdadero ser en el brillo de sus ojos, el ceño se frunce. Estaba apunto de la contestación pero fue interrumpido por un gesto.
Finalmente el "maldita seas" se vuelve detonante de su actuar, ¿por qué permitir ser tocado? Un movimiento tan leve como un ladeo, el brazo que se estira hacia un lado, con el cigarro bajo su cuidado.
John no llegó a decir una palabra más, sin necesidad de fijarse en su estado ni preguntarse el por qué de su inestabilidad más allá de lo emocional, le lanzaría un puñetazo al rostro, un buen gancho como siempre practicaba en el gimnasio de la comisaría canadiense.
¿Fuerte? Si, debía serlo, temía que si no lo noqueara éste pudiera siquiera pedir ayuda luego, su mano cerrada con tanta presión apuntaba firme a la mandíbula, no letal, ¿por qué caer denunciado? Japón era así de estricto con los oficiales, para él se trataba de meros corruptos cobardes al generar tantos impedimentos y él no traía siquiera el uniforme arriba.
Esperaría que cayera tras esa facilidad, sino debería buscar algún callejón en esa maldita Ebetsu nocturna.-
-Una suave calada de un hombre solitario da la bienvenida a las palabras ajenas, ¿quién era? ¿Por qué le hablaba? No importa, era un desconocido a quién ignorar nada más. Ni una mirada de ese carmesí se hizo digna para el demonio que ladeaba la cabeza en una negación sutil.
El humo tabaquero ardió su garganta a ratos y lo llenó de un placer que sobrepasa cualquier divergencia entre sí mismo con su yo vicioso, la sequedad en la garganta luego de exhalar como chimenea dio apenas un suave suspiro de su grave timbre.
Finalmente carraspeó, la molestia incordiaba incluso al demonio que se preparaba para dar un suave tono en respuesta, uno lleno de una amabilidad tan peculiar.- Piérdete. -Una única palabra que expresa tantas cosas, lo siguió ignorando. Evidentemente uno de los dos debería cansarse e irse de esa calle.-
