-+El paseo ya le duraba demasiado y sentía hambre, aquella joven, recién llegada del lugar, apenas le prestaba atención a su entorno, mirando curiosa como lo era, una florecilla de petalos y color singularmente trabajados y mezclados que hacían que llevara allí tres horas solo en la contemplación del pequeño espécimen. una chica de unos 18 años, de piel palida y larguísimos cabellos blancos con flequillo sobre la frente, llevaba una mini falda tableada de cuadritos y una blusa blanca que ceñia su cuerpo, unas botas altas sin tacon de color negro y las manos enguantadas en café, los ojos, curiosamente de la chica, eran rojizos tirando a un tono azulado y su cuerpo, pese a su edad, se veía demasiado desarrollado, tanto en la cintura delgada como en las amplias caderas, los firmes muslos y los grandes senos redondos que parecían rebotar a cada paso. Vista de otra manera, parecía una mujer de 25 años con una mentalidad de niña de 18. Anda que te anda, había visto la florecita en aquel parque, pero solo el hambre que sentía la saco de su ensueño, asi que se levanto rápidamente, sacudió sus rodillas y en medio del asombro de algunos chicos que ya llevaban rato mirándola y cosa que ella no se había fijado, se despidió contenta de la plantita y prosiguió su camino. Por la altura y posición del sol, supo que ya eran mas de las diez, asi que decidio darse ella misma su propia comida y saltando muy alegremente, empezó a tocar a cada sujeto, mujer y niño que veía, los cuales, curiosamente caian al suelo entre los gritos de susto y las corridas de las personas que huian de la chica a quien habían visto hacer tales horribles cosas. Sin embargo el jaleo no duro mucho, porque en sus saltos y risas, se había detenido frente a una pastelería y por los cristales veía extasiada aquella hermosa mezcla de colores, formas y figuritas tan pequeñas como adorables, si, la gente huia de delante de ella, pero en ese momento, no podía ver nada mas que aquellas preciosas y curiosas criaturas en miniatura que parecían saludarle y sonreírle, a lo que ella, en su inocencia respondio de igual manera, intentando darles la mano, pero solo consiguió lastimarse, cuando sus dedos chocaron contra el cristal+-
-Soltó un respingo, se encontraba tan concentrada observando aquellas delicias que pronto yacerían desvaneciéndose en sus papilas gustativas que, al escuchar una voz proveniente del sitio no pudo evitar sorprenderse como si estuviese despertando de un sueño, la mirada parda de la mujer se desvió al portador, sigilosamente se acerco hacía el mostrador, una esplendorosa sonrisa se dibujo en sus finos labios y volviendo a perder la mirada fuera del masculino, acotó.-
—¡Que lugar tan agradable!
-Musito, mientras seguía perdida, mirando cada rincón como si quisiera relacionarse con el lugar, no pudo evitar la excitación que le causaba ver su mayor debilidad.
Después por fin su único ojo visible miró al encargado y con tal amabilidad agrego.-
—Quisiera probar cada uno.
-Diría en tono serio, tenía que agregar ese tipo de tonalidad a su vocablo; no quería que se le viera como una maniaca ni mucho menos como una mujer que no es de palabra y se limita a parlotear cosas. Pues, para ella cualquier cosa relacionada a su gusto principal le hacían permanecer con total y absoluta firmeza. Aquella portadora de la armadura de acero se limitó a esperar respuesta ajena, sin dejar de observar con maravilla aquel lugar tan.. Agraciado, esa sería el adjetivo más adecuado para describir el sitio donde sus pies estaban plantados.-
El pequeño siguió admirando los pasteles con la boca hecha un mar de saliva, ignorando por completo la seña del joven. olisqueaba por todo el lugar ese aroma tan dulce y suculento que sus estomago parecía gruñir con más intensidad. Sin poderlo resistir más y como si su mano hubiera adquirido vida propia ésta tomo un pequeño trozo de pastel de chocolate. Los ojos del pequeño brillaron pero, antes de probar si quiera un poco de ese postre, notó la presencia del que parecía ser el dueño del lugar, un escalofrió lo recorrió por completo y con rapidez escondió su mano embarrada de chocolate detrás de su espalda para girarse hacía el joven y balbucear cosas intangibles.
—Y-yo... e-etto... dis-disculpe... no... no quería arruinar... su pa-pastel... ah... etto... se lo pagaré.... lo prometo...
Habló entre tartamudeos que seguro muy difícilmente el hombre podría entenderlo, estaba demasiado nervioso, y peor aún estaba en problemas eso era obvio. Agachó su cabeza en señal de disculpas, viéndose sinceramente arrepentido.
Comienzo a abrir los ojos lentamente, noté que estaba un poco oscuro algo que agradecía debido a que me sentía algo mareada, no tardé mucho en darme cuenta de que estaba acostada en una habitación "¿Qué era lo que me había pasado?" por más que lo intentaba no podía encontrar una respuesta, tampoco lograba recordar algo, todo lo que recuerdo es querer buscar a mis amigos y al chico amable que quería ayudarme.
Me siento y comienzo a buscar entre las mangas de mi vestido hasta que doy con el objeto que estaba buscando: un artefacto mágico en forma de esfera. Debido a que me siento a salvo decido usar algo del poco magoi que me queda en el Ojo del Rukh para poder comunicarme, sin embargo no pasa mucho tiempo cuando comienzo a subir mi tono de voz. - ¿Qué? ¡No! ¡Espera! ¡JUDAL-CHAN! - Luego de pronunciar el nombre de uno de mis amigos me quedo callada.
Lo único que hago es quedarme mirando la esfera que sostengo entre mis manos con cierto enojo y desprecio - ... -
