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Pero la mujer mayor atacó de nuevo, aquélla magia oscura que incluso hacía que se le revolviera el estómago envolvió de nuevo a su compañera. —Dije que la dejes en paz, vieja tonta.— Cerró su ojo izquierdo y una flecha certera cortó el aire, la mujer apenas y tuvo tiempo de retroceder, sin embargo, Kayley no buscaba herirla, sino usar un pequeño artilugio que le había comprado a su mercader favorito y papá postizo, que originó una explosión ahí donde la flecha dio en el blanco, a los pies de la mujer, lo suficientemente fuerte para hacerla bajar la guardia, aunque fuese durante breves momentos.
 
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