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Las tabernas sin duda eran el mejor lugar para obtener información, todo lo que de hablaba era en voz baja y a un precio. Se reunían guerreros en busca de miembros para sus cacerías y uno que otro que solamente ansiaba ir y beber hasta quedar inconsciente.
Liviet en su caso fue arrastrada por su compañera quien no paraba de insistir en la necesidad de una cerveza, como si esto fuera algo de vida o muerte. Al entrar el lugar parecía tranquilo, quizás habían llegado demasiado temprano. Liviet se dirigió a una mesa apartada y tomo asiento esperando que su compañera se aventurara por las bebidas
 
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La interrogante de la mestiza sacó la sonrisa más ladina, estuvo más que dispuesto a hacer una pequeña demostración, mas su concentración fue rota por la intervención de Liviet, bastante oportuna para ambas partes.

Recibió las amenazas gustoso, la presión le sirvió como impulsor y así exhibir sus talentos más retorcidos, pero para ello necesitó solo unos segundos de preparación, los decidió comprar haciendo el ridículo— ¡No! ¡Mis Dingui Dongos no! —exagerado su cubrió la entrepierna, incluso rubor hubo en su rostro, como si hubiese sufrido alguna insinuación desubicada; este acto paulatinamente se rompió cuando ya no necesitó de sus labios para hablarle a ambas.

«No es el oro que poseo lo que importa, sino el oro podemos ganar juntos, colaborando pertinentemente» Sí, fingir le sirvió para desatar un aterrador talento, emplear su saber prohibido para penetrar en la mente de ambas, al menos lo suficiente para hablarles directamente, hacer algo más implicó más preparación, pues [..
 
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